LONDRES – A los dictadores no les gusta que otros califiquen sus gobiernos. Cualquier tipo de evaluación de sus éxitos o fracasos, incluso por sus colegas y asesores, se puede interpretar como un intento de debilitamiento. Está fuera de cuestión permitir la crítica, por no hablar de alentarla.
LONDRES – A los dictadores no les gusta que otros califiquen sus gobiernos. Cualquier tipo de evaluación de sus éxitos o fracasos, incluso por sus colegas y asesores, se puede interpretar como un intento de debilitamiento. Está fuera de cuestión permitir la crítica, por no hablar de alentarla.