MOSCÚ – Rusia puede no ser la sociedad totalitaria que mi bisabuelo Nikita Khrushchev gobernó hace seis décadas, pero aparentemente el totalitarismo permanece en su ADN. El Kremlin sigue inventando su propia realidad, no importa cuán absurda o imposible sea, y exige la credulidad de su pueblo.
MOSCÚ – Rusia puede no ser la sociedad totalitaria que mi bisabuelo Nikita Khrushchev gobernó hace seis décadas, pero aparentemente el totalitarismo permanece en su ADN. El Kremlin sigue inventando su propia realidad, no importa cuán absurda o imposible sea, y exige la credulidad de su pueblo.