PARÍS – El mundo está cambiando rápidamente -y no va a esperar a nadie-. La única manera de prosperar es siguiendo el ritmo de esta transformación. Es por ese motivo que Francia está impulsando reformas.
Por supuesto, reforma significa cambio. Pero no implica ceder a la presión externa u olvidarse de lo que hace que Francia sea francesa. Más bien, es la clave para consolidar nuestra historia, nuestro orgullo, nuestras tradiciones, nuestro modo de vida y nuestros valores en un entorno global dinámico, por el bien de los ciudadanos de hoy y los de mañana. Es la clave para construir una Francia más fuerte y más próspera.
Claramente, hay mucho en juego en el proceso de reforma en curso. La buena noticia es que muchos factores juegan a favor de Francia, incluida la geografía diversa, un sector de ciencia y tecnología vibrante, una cultura rica y un vasto capital humano. Por cierto, estos factores ayudan a explicar por qué Francia sigue siendo la quinta economía más grande del mundo.
Sin embargo, en tanto la globalización transforma a la economía mundial, Francia debe adaptarse para permitir que sus empresas compitan en el exterior así como dentro del país. Un sector empresario robusto es decisivo en una economía abierta, ya que moldea la capacidad de un país para preservar -y mejorar- el estándar de vida de sus ciudadanos.
Ese es el motivo por el cual debe hacerse todo lo posible para permitir que Francia cree más y mejor riqueza. Al ayudar a las empresas francesas a recuperar los márgenes perdidos, podemos darles herramientas para invertir y crear empleo. Este es precisamente el objetivo del "pacto de responsabilidad", que entrará en vigencia el 1 de enero, y del crédito impositivo destinado a fomentar la competitividad y el empleo.
A la vez que ayudamos a las empresas a expandirse en el exterior, también debemos fomentar la inversión extranjera entrante. Ambas cosas son clave para el atractivo comercial de un país -entre las dimensiones más importantes de la competencia global.
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Esta Francia más fuerte abordará cualquier desafío que el mundo le plantee en adelante. Al mismo tiempo, demostrará su capacidad para eliminar los obstáculos a la creatividad y la creación de riqueza. La "ley sobre crecimiento y actividad" que se votará el año próximo dará rienda suelta a la energía del sector empresario, estimulando inclusive la competencia. Es más, abrir las profesiones reguladas ayudará a reducir las desigualdades que cada vez frustran más al pueblo francés.
Crear más riqueza en una economía abierta es una de las prioridades de mi gobierno. Pero una mayor riqueza por sí sola no curará los males de Francia. Los países más exitosos son aquellos donde los empleadores y los empleados se sienten atados a un destino común. Por lo tanto es urgente mejorar el diálogo social e impulsar la confianza en Francia.
Este objetivo son la base de nuestros "esquemas de simplificación" para la negociación y la consulta en el sector empresario. Y está sirviendo como guía para la reforma de educación vocacional y de capacitación, que beneficiará no sólo a quienes deseen mejorar sus habilidades en el trabajo, sino también a aquellos cuya falta de capacitación les impida encontrar empleo.
Estas iniciativas son sólo parte de un cambio más amplio. A través de una variedad de mecanismos, estamos trabajando para facilitarles la vida a los ciudadanos, reestructurar las actividades comerciales y aliviar a las autoridades de un trabajo superfluo que desvía la atención de las tareas estratégicas importantes. Los ciudadanos franceses pronto comenzarán a sentir el impacto de estos esfuerzos en sus vidas cotidianas.
A pesar del enorme potencial de estas iniciativas, serán en vano si no se las percibe como justas. Francia, después de todo, ha estado definida durante mucho tiempo por un fuerte impulso igualitario.
Consideremos la educación. Al reformular nuestro programa de "educación prioritaria", podemos ajustar los métodos de enseñanza para abordar las desigualdades escolares, a la vez que se canalizan recursos adicionales para las zonas menos privilegiadas. Esto incluye asegurar que todas las escuelas tengan suficientes computadoras, para que todos los estudiantes puedan beneficiarse de los avances tecnológicos de hoy, sin una división digital entre estudiantes o regiones. No deberíamos permitir que el hecho de que el impacto no se vaya a sentir durante años disminuya su urgencia.
Por cierto, todo el proceso de construir una economía fuerte y equitativa debería apuntar no sólo a mejorar la vida de los ciudadanos hoy; también debe preparar a Francia para el futuro. Y, cuando se trata de impulsar las perspectivas a largo plazo de un país, las iniciativas más exitosas suelen demorarse un tiempo en generar resultados visibles.
En una sociedad que sobrevalora la inmediatez, puede resultar difícil adoptar una visión a largo plazo. Pero mi gobierno no sesgará en su intención de llevar a cabo una acción iluminada que asegure que la Francia de mañana es la Francia que quieren y merecen nuestros ciudadanos.
Es tarea del estado dar el ejemplo en materia de reforma. Esto es mucho más válido en Francia, donde los ciudadanos depositan expectativas altas en el estado -no para que haga todo, sino, ciertamente, para que trace líneas estratégicas y permita que los actores locales tengan éxito-. En resumen, el gobierno debe poner a disposición del pueblo su poder a la hora de marcar agenda.
Cuando se trata de prepararse para el futuro, hay por delante un proyecto excepcionalmente grande: la transición energética. Todos sabemos que vamos camino a un nuevo modelo de crecimiento -que es más sobrio y sustentable, y que depende menos de los combustibles fósiles y más de las fuentes de energía renovable-. Esta nueva estrategia de crecimiento conllevará nuevos hábitos, nuevas actitudes y nuevos modos de vida. Con la futura ley de transición energética, mi gobierno apunta a tomar la delantera de esta tendencia creando el marco legislativo para un futuro crecimiento "verde".
Los objetivos de la agenda de reforma del gobierno francés son claros: una Francia más fuerte, capaz de prosperar en un entorno global que cambia rápidamente; una Francia más justa, sin la cual ningún esfuerzo, ya sea individual o colectivo, podrá considerarse un éxito; y una Francia más firme que pueda ser un hogar estable y próspero para nuestros hijos. Para bien de Francia y de su pueblo, estamos comprometidos a implementar las reformas necesarias para materializar esta visión.
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PARÍS – El mundo está cambiando rápidamente -y no va a esperar a nadie-. La única manera de prosperar es siguiendo el ritmo de esta transformación. Es por ese motivo que Francia está impulsando reformas.
Por supuesto, reforma significa cambio. Pero no implica ceder a la presión externa u olvidarse de lo que hace que Francia sea francesa. Más bien, es la clave para consolidar nuestra historia, nuestro orgullo, nuestras tradiciones, nuestro modo de vida y nuestros valores en un entorno global dinámico, por el bien de los ciudadanos de hoy y los de mañana. Es la clave para construir una Francia más fuerte y más próspera.
Claramente, hay mucho en juego en el proceso de reforma en curso. La buena noticia es que muchos factores juegan a favor de Francia, incluida la geografía diversa, un sector de ciencia y tecnología vibrante, una cultura rica y un vasto capital humano. Por cierto, estos factores ayudan a explicar por qué Francia sigue siendo la quinta economía más grande del mundo.
Sin embargo, en tanto la globalización transforma a la economía mundial, Francia debe adaptarse para permitir que sus empresas compitan en el exterior así como dentro del país. Un sector empresario robusto es decisivo en una economía abierta, ya que moldea la capacidad de un país para preservar -y mejorar- el estándar de vida de sus ciudadanos.
Ese es el motivo por el cual debe hacerse todo lo posible para permitir que Francia cree más y mejor riqueza. Al ayudar a las empresas francesas a recuperar los márgenes perdidos, podemos darles herramientas para invertir y crear empleo. Este es precisamente el objetivo del "pacto de responsabilidad", que entrará en vigencia el 1 de enero, y del crédito impositivo destinado a fomentar la competitividad y el empleo.
A la vez que ayudamos a las empresas a expandirse en el exterior, también debemos fomentar la inversión extranjera entrante. Ambas cosas son clave para el atractivo comercial de un país -entre las dimensiones más importantes de la competencia global.
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Crear más riqueza en una economía abierta es una de las prioridades de mi gobierno. Pero una mayor riqueza por sí sola no curará los males de Francia. Los países más exitosos son aquellos donde los empleadores y los empleados se sienten atados a un destino común. Por lo tanto es urgente mejorar el diálogo social e impulsar la confianza en Francia.
Este objetivo son la base de nuestros "esquemas de simplificación" para la negociación y la consulta en el sector empresario. Y está sirviendo como guía para la reforma de educación vocacional y de capacitación, que beneficiará no sólo a quienes deseen mejorar sus habilidades en el trabajo, sino también a aquellos cuya falta de capacitación les impida encontrar empleo.
Estas iniciativas son sólo parte de un cambio más amplio. A través de una variedad de mecanismos, estamos trabajando para facilitarles la vida a los ciudadanos, reestructurar las actividades comerciales y aliviar a las autoridades de un trabajo superfluo que desvía la atención de las tareas estratégicas importantes. Los ciudadanos franceses pronto comenzarán a sentir el impacto de estos esfuerzos en sus vidas cotidianas.
A pesar del enorme potencial de estas iniciativas, serán en vano si no se las percibe como justas. Francia, después de todo, ha estado definida durante mucho tiempo por un fuerte impulso igualitario.
Consideremos la educación. Al reformular nuestro programa de "educación prioritaria", podemos ajustar los métodos de enseñanza para abordar las desigualdades escolares, a la vez que se canalizan recursos adicionales para las zonas menos privilegiadas. Esto incluye asegurar que todas las escuelas tengan suficientes computadoras, para que todos los estudiantes puedan beneficiarse de los avances tecnológicos de hoy, sin una división digital entre estudiantes o regiones. No deberíamos permitir que el hecho de que el impacto no se vaya a sentir durante años disminuya su urgencia.
Por cierto, todo el proceso de construir una economía fuerte y equitativa debería apuntar no sólo a mejorar la vida de los ciudadanos hoy; también debe preparar a Francia para el futuro. Y, cuando se trata de impulsar las perspectivas a largo plazo de un país, las iniciativas más exitosas suelen demorarse un tiempo en generar resultados visibles.
En una sociedad que sobrevalora la inmediatez, puede resultar difícil adoptar una visión a largo plazo. Pero mi gobierno no sesgará en su intención de llevar a cabo una acción iluminada que asegure que la Francia de mañana es la Francia que quieren y merecen nuestros ciudadanos.
Es tarea del estado dar el ejemplo en materia de reforma. Esto es mucho más válido en Francia, donde los ciudadanos depositan expectativas altas en el estado -no para que haga todo, sino, ciertamente, para que trace líneas estratégicas y permita que los actores locales tengan éxito-. En resumen, el gobierno debe poner a disposición del pueblo su poder a la hora de marcar agenda.
Cuando se trata de prepararse para el futuro, hay por delante un proyecto excepcionalmente grande: la transición energética. Todos sabemos que vamos camino a un nuevo modelo de crecimiento -que es más sobrio y sustentable, y que depende menos de los combustibles fósiles y más de las fuentes de energía renovable-. Esta nueva estrategia de crecimiento conllevará nuevos hábitos, nuevas actitudes y nuevos modos de vida. Con la futura ley de transición energética, mi gobierno apunta a tomar la delantera de esta tendencia creando el marco legislativo para un futuro crecimiento "verde".
Los objetivos de la agenda de reforma del gobierno francés son claros: una Francia más fuerte, capaz de prosperar en un entorno global que cambia rápidamente; una Francia más justa, sin la cual ningún esfuerzo, ya sea individual o colectivo, podrá considerarse un éxito; y una Francia más firme que pueda ser un hogar estable y próspero para nuestros hijos. Para bien de Francia y de su pueblo, estamos comprometidos a implementar las reformas necesarias para materializar esta visión.