LONDRES – En términos de perspectivas para los mercados emergentes en 2020, lo esencial se puede resumir en un exasperante: «es complicado». Esto se debe a varias razones.
Para empezar, son tiempos extraordinarios, debido a la impredecible personalidad del actual presidente estadounidense. A medida que se acerca la elección presidencial de 2020 en EE. UU., el comportamiento de Donald Trump probablemente se torne aún más errático de lo que ya es.
Solo podemos comenzar a imaginar los pasos que dará Trump para mejorar sus probabilidades de reelección. ¿Participará en más bravuconadas, con amenazas, por ejemplo, de aranceles adicionales contra China o acciones militares contra Irán? ¿O se centrará en mantener una situación financiera acomodaticia para conjurar una desaceleración o recesión justo antes de las elecciones?
No hay respuestas obvias a estas preguntas. De hecho, un buen amigo me dijo recientemente que está cerrando su fondo de cobertura macro, porque la relación señal/ruido en la era Trump es simplemente excesiva. Incluso teniendo en cuenta la frecuencia de los arranques de Trump y sus reiteradas contradicciones, es imposible predecir que hará cada día.
Consideremos una historia de este verano. Durante la cumbre del G7 en Biarritz, Francia, Trump afirmó que había recibido llamadas de China en pos de una nueva rueda de negociaciones para solucionar la guerra comercial. Pero, según fuentes anónimas citadas en los medios estadounidenses, esto era mentira y simplemente buscaba evitar que cayeran los mercados de valores. Eso es muy revelador sobre las máximas prioridades de Trump. Mientras tanto, los negociadores chinos y estadounidenses anunciaron un acuerdo comercial parcial (quién sabe cuánto durará).
Una segunda complicación para las perspectivas de 2020 es la política monetaria. ¿Qué camino seguirá la Reserva Federal de EE. UU. y cuáles serán las implicaciones para el dólar estadounidense? Estas dos cuestiones relacionadas suelen tener una influencia desproporcionada sobre los mercados en desarrollo y emergentes, especialmente sobre aquellos con mucha deuda denominada en dólares.
Access every new PS commentary, our entire On Point suite of subscriber-exclusive content – including Longer Reads, Insider Interviews, Big Picture/Big Question, and Say More – and the full PS archive.
Subscribe Now
Si la Fed continúa relajando su política monetaria según lo esperado y el dólar deja de subir, los mercados emergentes tendrán menos de qué preocuparse. Pero, si la Fed se ve repentinamente obligada a ajustar —por ejemplo, si la inflación finalmente se acelera— a los mercados en desarrollo y emergentes les irá mal, al igual que al resto de la economía mundial, dada la debilidad cíclica prevalente durante la mayor parte de 2019.
Con este telón de fondo, también hay que considerar el uso estructural subyacente del dólar. Tradicionalmente se confunde el papel del dólar en la economía global con el desempeño de su precio frente al de otras divisas. Pero son dos cuestiones que comienzan a separarse, debido al libertino uso que Trump hace del dólar como arma en sus diversas batallas de política extranjera. Otros países han tomado nota de la amenaza que presenta el «exorbitante privilegio» estadounidense y están buscando formas de solucionarla.
Rusia, por ejemplo, ha reducido espectacularmente sus tenencias de bonos del tesoro estadounidense y los europeos han creado un mecanismo de pagos para sortear las sanciones de EE. UU. a Irán. A diferencia de muchos, atribuyo desde hace largo tiempo el dominio del dólar a la reticencia de Europa (específicamente, de Alemania antes de la introducción del euro) y China a permitir que sus propias monedas tengan un papel mayor en la economía mundial. Pero no me sorprendería si 2019 fuera el año en que cambien las actitudes de estos actores.
Un tercer problema, por supuesto, es China, que para mi continua sorpresa aún recibe el mote de «mercado emergente». Dado el continuo crecimiento de la influencia de China sobre las economías de la mayoría de los países, hace ya tiempo que no se ajusta a la definición tradicional de mercado emergente. Sin embargo, sospecho que esta calificación se mantendrá mientras el ingreso per cápita chino siga a la zaga del de las economías avanzadas. En China ya hay entre 4 y 5 veces más personas que disfrutan el mismo nivel de riqueza que el ciudadano británico promedio, pero también hay casi 1000 millones de personas que todavía están muy lejos de ese nivel de vida.
En cualquier caso, la economía china enfrenta una gran complicación. En 2020, el crecimiento de su PBI real (ajustado por inflación) probablemente caiga por debajo del 6 % anual. Será una gran decepción para quienes han llegado a depender de una tasa de crecimiento más cercana al 7 % y resultará una carga marginal neta para muchos otros.
Pero esa es la mirada del vaso medio vacío. Para quienes seguimos centrados en el crecimiento de China a largo plazo, 2020 probablemente sea el comienzo de una década durante la cual ese país logrará un crecimiento anual promedio próximo al 5,5 %. De hecho, los responsables de las políticas chinas no pueden esperar mucho más que eso, considerando el envejecimiento de su fuerza de trabajo. Es más, mientras los consumidores chinos sigan aportando una proporción creciente del PBI total, no habrá justificación para una mirada pesimista sobre las perspectivas de China. (De más está decir que un consumo significativamente menor sería motivo de preocupación).
Un problema final para los llamados mercados emergentes serán sus valuaciones en el mercado de capitales. Como están las cosas, las acciones de los mercados emergentes son, en general, baratas —y, según algunos indicadores, bastante atractivas— respecto de los mercados globales de acciones y bonos. Si Trump decide portarse bien, la Fed continúa como una influencia benigna y China estabiliza su tasa de crecimiento apenas por debajo del 6 %, las acciones de los mercados emergentes podrían tener resultados muy buenos en 2020.
Ciertamente, son contingencias importantes a tener en cuenta y los países con mercados emergentes tienen gran cantidad de desafíos específicos propios. Pero no me sorprendería demasiado que el intermitente idilio de los inversores con el África subsahariana vuelva a encenderse. Muchos de esos países muestran señales de mejoras estructurales positivas. Los inversores debieran estar atentos a ellos durante el año entrante.
To have unlimited access to our content including in-depth commentaries, book reviews, exclusive interviews, PS OnPoint and PS The Big Picture, please subscribe
On December 19, Indian historian Ramachandra Guha was arrested while peacefully demonstrating against India’s Citizenship Amendment Act, which openly discriminates against Muslims in its treatment of immigrants from neighboring countries.
In this commentary for Project Syndicate’s special year-end magazine, Guha reflects on the erosion of India’s democratic institutions under Prime Minister Narendra Modi’s government. Subscribe today to receive The Year Ahead, 2020.
laments the country's transformation into a Hindu-nationalist state under Prime Minister Narendra Modi.
LONDRES – En términos de perspectivas para los mercados emergentes en 2020, lo esencial se puede resumir en un exasperante: «es complicado». Esto se debe a varias razones.
Para empezar, son tiempos extraordinarios, debido a la impredecible personalidad del actual presidente estadounidense. A medida que se acerca la elección presidencial de 2020 en EE. UU., el comportamiento de Donald Trump probablemente se torne aún más errático de lo que ya es.
Solo podemos comenzar a imaginar los pasos que dará Trump para mejorar sus probabilidades de reelección. ¿Participará en más bravuconadas, con amenazas, por ejemplo, de aranceles adicionales contra China o acciones militares contra Irán? ¿O se centrará en mantener una situación financiera acomodaticia para conjurar una desaceleración o recesión justo antes de las elecciones?
No hay respuestas obvias a estas preguntas. De hecho, un buen amigo me dijo recientemente que está cerrando su fondo de cobertura macro, porque la relación señal/ruido en la era Trump es simplemente excesiva. Incluso teniendo en cuenta la frecuencia de los arranques de Trump y sus reiteradas contradicciones, es imposible predecir que hará cada día.
Consideremos una historia de este verano. Durante la cumbre del G7 en Biarritz, Francia, Trump afirmó que había recibido llamadas de China en pos de una nueva rueda de negociaciones para solucionar la guerra comercial. Pero, según fuentes anónimas citadas en los medios estadounidenses, esto era mentira y simplemente buscaba evitar que cayeran los mercados de valores. Eso es muy revelador sobre las máximas prioridades de Trump. Mientras tanto, los negociadores chinos y estadounidenses anunciaron un acuerdo comercial parcial (quién sabe cuánto durará).
Una segunda complicación para las perspectivas de 2020 es la política monetaria. ¿Qué camino seguirá la Reserva Federal de EE. UU. y cuáles serán las implicaciones para el dólar estadounidense? Estas dos cuestiones relacionadas suelen tener una influencia desproporcionada sobre los mercados en desarrollo y emergentes, especialmente sobre aquellos con mucha deuda denominada en dólares.
Introductory Offer: Save 30% on PS Digital
Access every new PS commentary, our entire On Point suite of subscriber-exclusive content – including Longer Reads, Insider Interviews, Big Picture/Big Question, and Say More – and the full PS archive.
Subscribe Now
Si la Fed continúa relajando su política monetaria según lo esperado y el dólar deja de subir, los mercados emergentes tendrán menos de qué preocuparse. Pero, si la Fed se ve repentinamente obligada a ajustar —por ejemplo, si la inflación finalmente se acelera— a los mercados en desarrollo y emergentes les irá mal, al igual que al resto de la economía mundial, dada la debilidad cíclica prevalente durante la mayor parte de 2019.
Con este telón de fondo, también hay que considerar el uso estructural subyacente del dólar. Tradicionalmente se confunde el papel del dólar en la economía global con el desempeño de su precio frente al de otras divisas. Pero son dos cuestiones que comienzan a separarse, debido al libertino uso que Trump hace del dólar como arma en sus diversas batallas de política extranjera. Otros países han tomado nota de la amenaza que presenta el «exorbitante privilegio» estadounidense y están buscando formas de solucionarla.
Rusia, por ejemplo, ha reducido espectacularmente sus tenencias de bonos del tesoro estadounidense y los europeos han creado un mecanismo de pagos para sortear las sanciones de EE. UU. a Irán. A diferencia de muchos, atribuyo desde hace largo tiempo el dominio del dólar a la reticencia de Europa (específicamente, de Alemania antes de la introducción del euro) y China a permitir que sus propias monedas tengan un papel mayor en la economía mundial. Pero no me sorprendería si 2019 fuera el año en que cambien las actitudes de estos actores.
Un tercer problema, por supuesto, es China, que para mi continua sorpresa aún recibe el mote de «mercado emergente». Dado el continuo crecimiento de la influencia de China sobre las economías de la mayoría de los países, hace ya tiempo que no se ajusta a la definición tradicional de mercado emergente. Sin embargo, sospecho que esta calificación se mantendrá mientras el ingreso per cápita chino siga a la zaga del de las economías avanzadas. En China ya hay entre 4 y 5 veces más personas que disfrutan el mismo nivel de riqueza que el ciudadano británico promedio, pero también hay casi 1000 millones de personas que todavía están muy lejos de ese nivel de vida.
En cualquier caso, la economía china enfrenta una gran complicación. En 2020, el crecimiento de su PBI real (ajustado por inflación) probablemente caiga por debajo del 6 % anual. Será una gran decepción para quienes han llegado a depender de una tasa de crecimiento más cercana al 7 % y resultará una carga marginal neta para muchos otros.
Pero esa es la mirada del vaso medio vacío. Para quienes seguimos centrados en el crecimiento de China a largo plazo, 2020 probablemente sea el comienzo de una década durante la cual ese país logrará un crecimiento anual promedio próximo al 5,5 %. De hecho, los responsables de las políticas chinas no pueden esperar mucho más que eso, considerando el envejecimiento de su fuerza de trabajo. Es más, mientras los consumidores chinos sigan aportando una proporción creciente del PBI total, no habrá justificación para una mirada pesimista sobre las perspectivas de China. (De más está decir que un consumo significativamente menor sería motivo de preocupación).
Un problema final para los llamados mercados emergentes serán sus valuaciones en el mercado de capitales. Como están las cosas, las acciones de los mercados emergentes son, en general, baratas —y, según algunos indicadores, bastante atractivas— respecto de los mercados globales de acciones y bonos. Si Trump decide portarse bien, la Fed continúa como una influencia benigna y China estabiliza su tasa de crecimiento apenas por debajo del 6 %, las acciones de los mercados emergentes podrían tener resultados muy buenos en 2020.
Ciertamente, son contingencias importantes a tener en cuenta y los países con mercados emergentes tienen gran cantidad de desafíos específicos propios. Pero no me sorprendería demasiado que el intermitente idilio de los inversores con el África subsahariana vuelva a encenderse. Muchos de esos países muestran señales de mejoras estructurales positivas. Los inversores debieran estar atentos a ellos durante el año entrante.
Traducido al español por Ant Translation