WASHINGTON, DC – La mayor innovación en materia de energía habida hasta ahora en este siglo ha sido el desarrollo del gas de esquisto y el recurso relacionado con él conocido como “petróleo de formaciones compactas”. La energía procedente del esquisto es de lo más importante no sólo por su abundancia en los Estados Unidos, sino también por sus profundas repercusiones mundiales, como seguirán demostrando los acontecimientos que se producirán en 2014.
El gas de esquisto y el petróleo de formaciones compactas de los EE.UU. están cambiando ya los mercados mundiales de la energía y reduciendo tanto la competitividad de Europa en comparación con la de los EE.UU. como la competitividad manufacturera total de China. También están creando cambios en la política mundial. De hecho, el de cómo puede cambiar el papel de los EE.UU. en Oriente Medio la energía procedente del esquisto está pasando a ser un asunto de la máxima actualidad en Washington, D.C., y en el propio Oriente Medio.
Esa “revolución inhabitual” en materia de petróleo y gas no se ha producido rápidamente. La fracturación hidráulica –conocida en inglés como fracking– existe desde 1947 y los primeros intentos de adaptarla al esquisto denso se remontan a comienzos del decenio de 1980 en Texas, pero hasta los de 1990 y comienzos de 2000 no se perfeccionó el tipo concreto de fracturación apropiada para el esquisto, combinada con la perforación horizontal, y hasta 2008 no llegó a ser notable su repercusión en el suministro energético de los EE.UU.
Desde entones, esa industria se ha desarrollado rápidamente y el gas de esquisto representa actualmente el 44 por ciento de la producción total de gas natural de los EE.UU. Dada la abundante oferta, los precios del gas de este país han bajado hasta representar la tercera parte de los de Europa, mientras que Asia paga cinco veces más. El petróleo de formaciones compactas, producido con la misma tecnología que el gas de esquisto, está impulsando también la producción de los EE.UU., que ha aumentado un 56 por ciento desde 2008, lo que supera, en términos absolutos, la producción total en ocho de los 12 países miembros de la OPEC. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía ha pronosticado que en los próximos años los EE.UU. superarán a Arabia Saudí y a Rusia y pasarán a ser los mayores productores de petróleo del mundo.
Hace cinco años, se esperaba que los EE.UU. estuvieran importando grandes volúmenes de gas natural licuado para compensar un déficit previsto en la producción nacional. Ahora este país ya no importa gas natural licuado, con lo que ahorran 100.000 millones de dólares en su factura anual de importaciones. Con los precios actuales, el aumento en la producción de petróleo de los EE.UU. ha permitido ahorrar otros 100.000 millones de dólares de dicha factura. Además, a esa revolución inhabitual se deben más de dos millones de puestos de trabajo.
La repercusión mundial ha sido enorme. Gran parte de la nueva capacidad mundial en materia de gas natural licuado se ha desarrollado pensando en los EE.UU. Ahora, en vista de que el mercado de este país queda excluido gracias al bajo precio de su gas nacional, parte de ese gas natural licuado va destinada a Europa, lo que ha supuesto una competencia inesperada para los suministradores tradicionales: Rusia y Noruega.
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En el caso del Japón, la falta de demanda de gas natural licuado por parte de los EE.UU. ha resultado afortunada, a raíz del desastre de la central nuclear de Fukushima Daiichi en 2011. Gran parte de dicho gas podría ir destinada al Japón para la generación de electricidad, con lo que substituiría la electricidad perdida a consecuencia del cierre total de la central nuclear.
Muchos otros países están reevaluando sus políticas energéticas a la luz de la revolución energética inhabitual. Al ver la velocidad y magnitud del desarrollo del gas de esquisto de los EE.UU., China ha asignado la máxima prioridad al desarrollo de sus extensos recursos de gas inhabituales. En el caso de China, la substitución del gas natural en la generación de electricidad es esencial para mitigar el descontento público y los problemas de salud debidos a la pesada carga de la contaminación atmosférica urbana.
El aumento de la energía procedente del esquisto en los EE.UU. está teniendo también una amplia repercusión económica mundial: el gas de esquisto americano está cambiando el equilibrio de la competitividad en la economía mundial y brindando a ese país una ventaja imprevista. De hecho, el gas natural barato está alimentando un renacimiento de la manufactura en los EE.UU., pues las empresas construyen nuevas instalaciones y amplían las existentes.
En toda Europa, los dirigentes industriales están sintiéndose cada vez más alarmados por la pérdida de competitividad de las empresas frente a las que utilizan el gas natural barato y el consiguiente traslado de manufacturas de Europa a los EE.UU., lo que preocupa en particular a Alemania, país que depende de las exportaciones para la mitad de su PIB y cuyos costos de la energía siguen teniendo una terca trayectoria ascendente. Esos costos elevados significan que la industria alemana perderá participación en el mercado mundial.
Sean cuales fueren los objetivos del cambio de su combinación energética, los países de la Unión Europa, que ya padecen un desempleo elevado, se verán obligados a reconsiderar las estrategias en materia de energía cara o afrontar una debilitación de su competitividad y una pérdida de puestos de trabajo.
Las repercusiones geopolíticas resultan ya evidentes. Por ejemplo, ahora el Irán se ha sentado en serio a la mesa de las negociaciones sobre la energía nuclear, cosa que muy bien podría no haber sucedido, de no existir el petróleo de formaciones compactas. Cuando se impusieron sanciones estrictas a las exportaciones iraníes de petróleo, muchos temieron que los precios mundiales del petróleo se dispararan y que las sanciones acabasen fracasando por no haber una oferta substitutiva suficiente, pero el aumento de la producción de petróleo de los EE.UU durante los dos últimos años ha compensado más que de sobra la producción iraní no importada, lo que ha permitido que las sanciones (reforzadas por medidas financieras paralelas) dieran resultado, al impeler al Irán a negociar en serio, cosa a la que no estaba dispuesto hace tan sólo dos años.
En las capitales árabes, está aumentando la ansiedad ante la posibilidad de que un rápido aumento de la producción de petróleo de formaciones compactas de los EE.UU. propicie un abandono total de la presencia de este país en Oriente Medio, pero se trata de una magnificación del grado en que las importaciones directas de petróleo contribuyen a la política de los EE.UU. para con esa región. Desde luego, un aumento de la producción de este país, combinada con una mayor eficiencia del combustible para los automóviles, seguirá reduciendo sus importaciones de petróleo y, si bien seguirá importando petróleo en los próximos años, la mayor parte de él procederá del Canadá (pese al debate sobre el oleoducto Keystone XL).
Pero el caso es que ya hace un tiempo que en el panorama petrolero de los EE.UU. el suministro de Oriente Medio no ha destacado precisamente. Al fin y al cabo, aun antes del aumento de la producción de petróleo de formaciones compactas, el golfo Pérsico representaba sólo el diez por ciento, aproximadamente, del abastecimiento total de los EE.UU. Lo que contribuyó a determinar los intereses estratégicos de los EE.UU. no fueron las importaciones directas de petróleo procedentes de Oriente Medio, sino la importancia del petróleo para la economía y la política mundiales.
Oriente Medio seguirá siendo un escenario de gran importancia geopolítica y su petróleo será esencial para el funcionamiento de la economía mundial, por lo que es probable que esa región siga siendo un interés estratégico fundamental para los EE.UU.
Sin embargo, en general la revolución de la energía procedente del esquisto sí que brinda una nueva aportación a la capacidad de resistencia de los EE.UU. y realza la posición de este país en el mundo. El ascenso del gas de esquisto y del petróleo compacto en los EE.UU. demuestra una vez más cómo puede la innovación cambiar el equilibrio del poder político y económico mundial.
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WASHINGTON, DC – La mayor innovación en materia de energía habida hasta ahora en este siglo ha sido el desarrollo del gas de esquisto y el recurso relacionado con él conocido como “petróleo de formaciones compactas”. La energía procedente del esquisto es de lo más importante no sólo por su abundancia en los Estados Unidos, sino también por sus profundas repercusiones mundiales, como seguirán demostrando los acontecimientos que se producirán en 2014.
El gas de esquisto y el petróleo de formaciones compactas de los EE.UU. están cambiando ya los mercados mundiales de la energía y reduciendo tanto la competitividad de Europa en comparación con la de los EE.UU. como la competitividad manufacturera total de China. También están creando cambios en la política mundial. De hecho, el de cómo puede cambiar el papel de los EE.UU. en Oriente Medio la energía procedente del esquisto está pasando a ser un asunto de la máxima actualidad en Washington, D.C., y en el propio Oriente Medio.
Esa “revolución inhabitual” en materia de petróleo y gas no se ha producido rápidamente. La fracturación hidráulica –conocida en inglés como fracking– existe desde 1947 y los primeros intentos de adaptarla al esquisto denso se remontan a comienzos del decenio de 1980 en Texas, pero hasta los de 1990 y comienzos de 2000 no se perfeccionó el tipo concreto de fracturación apropiada para el esquisto, combinada con la perforación horizontal, y hasta 2008 no llegó a ser notable su repercusión en el suministro energético de los EE.UU.
Desde entones, esa industria se ha desarrollado rápidamente y el gas de esquisto representa actualmente el 44 por ciento de la producción total de gas natural de los EE.UU. Dada la abundante oferta, los precios del gas de este país han bajado hasta representar la tercera parte de los de Europa, mientras que Asia paga cinco veces más. El petróleo de formaciones compactas, producido con la misma tecnología que el gas de esquisto, está impulsando también la producción de los EE.UU., que ha aumentado un 56 por ciento desde 2008, lo que supera, en términos absolutos, la producción total en ocho de los 12 países miembros de la OPEC. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía ha pronosticado que en los próximos años los EE.UU. superarán a Arabia Saudí y a Rusia y pasarán a ser los mayores productores de petróleo del mundo.
Hace cinco años, se esperaba que los EE.UU. estuvieran importando grandes volúmenes de gas natural licuado para compensar un déficit previsto en la producción nacional. Ahora este país ya no importa gas natural licuado, con lo que ahorran 100.000 millones de dólares en su factura anual de importaciones. Con los precios actuales, el aumento en la producción de petróleo de los EE.UU. ha permitido ahorrar otros 100.000 millones de dólares de dicha factura. Además, a esa revolución inhabitual se deben más de dos millones de puestos de trabajo.
La repercusión mundial ha sido enorme. Gran parte de la nueva capacidad mundial en materia de gas natural licuado se ha desarrollado pensando en los EE.UU. Ahora, en vista de que el mercado de este país queda excluido gracias al bajo precio de su gas nacional, parte de ese gas natural licuado va destinada a Europa, lo que ha supuesto una competencia inesperada para los suministradores tradicionales: Rusia y Noruega.
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En el caso del Japón, la falta de demanda de gas natural licuado por parte de los EE.UU. ha resultado afortunada, a raíz del desastre de la central nuclear de Fukushima Daiichi en 2011. Gran parte de dicho gas podría ir destinada al Japón para la generación de electricidad, con lo que substituiría la electricidad perdida a consecuencia del cierre total de la central nuclear.
Muchos otros países están reevaluando sus políticas energéticas a la luz de la revolución energética inhabitual. Al ver la velocidad y magnitud del desarrollo del gas de esquisto de los EE.UU., China ha asignado la máxima prioridad al desarrollo de sus extensos recursos de gas inhabituales. En el caso de China, la substitución del gas natural en la generación de electricidad es esencial para mitigar el descontento público y los problemas de salud debidos a la pesada carga de la contaminación atmosférica urbana.
El aumento de la energía procedente del esquisto en los EE.UU. está teniendo también una amplia repercusión económica mundial: el gas de esquisto americano está cambiando el equilibrio de la competitividad en la economía mundial y brindando a ese país una ventaja imprevista. De hecho, el gas natural barato está alimentando un renacimiento de la manufactura en los EE.UU., pues las empresas construyen nuevas instalaciones y amplían las existentes.
En toda Europa, los dirigentes industriales están sintiéndose cada vez más alarmados por la pérdida de competitividad de las empresas frente a las que utilizan el gas natural barato y el consiguiente traslado de manufacturas de Europa a los EE.UU., lo que preocupa en particular a Alemania, país que depende de las exportaciones para la mitad de su PIB y cuyos costos de la energía siguen teniendo una terca trayectoria ascendente. Esos costos elevados significan que la industria alemana perderá participación en el mercado mundial.
Sean cuales fueren los objetivos del cambio de su combinación energética, los países de la Unión Europa, que ya padecen un desempleo elevado, se verán obligados a reconsiderar las estrategias en materia de energía cara o afrontar una debilitación de su competitividad y una pérdida de puestos de trabajo.
Las repercusiones geopolíticas resultan ya evidentes. Por ejemplo, ahora el Irán se ha sentado en serio a la mesa de las negociaciones sobre la energía nuclear, cosa que muy bien podría no haber sucedido, de no existir el petróleo de formaciones compactas. Cuando se impusieron sanciones estrictas a las exportaciones iraníes de petróleo, muchos temieron que los precios mundiales del petróleo se dispararan y que las sanciones acabasen fracasando por no haber una oferta substitutiva suficiente, pero el aumento de la producción de petróleo de los EE.UU durante los dos últimos años ha compensado más que de sobra la producción iraní no importada, lo que ha permitido que las sanciones (reforzadas por medidas financieras paralelas) dieran resultado, al impeler al Irán a negociar en serio, cosa a la que no estaba dispuesto hace tan sólo dos años.
En las capitales árabes, está aumentando la ansiedad ante la posibilidad de que un rápido aumento de la producción de petróleo de formaciones compactas de los EE.UU. propicie un abandono total de la presencia de este país en Oriente Medio, pero se trata de una magnificación del grado en que las importaciones directas de petróleo contribuyen a la política de los EE.UU. para con esa región. Desde luego, un aumento de la producción de este país, combinada con una mayor eficiencia del combustible para los automóviles, seguirá reduciendo sus importaciones de petróleo y, si bien seguirá importando petróleo en los próximos años, la mayor parte de él procederá del Canadá (pese al debate sobre el oleoducto Keystone XL).
Pero el caso es que ya hace un tiempo que en el panorama petrolero de los EE.UU. el suministro de Oriente Medio no ha destacado precisamente. Al fin y al cabo, aun antes del aumento de la producción de petróleo de formaciones compactas, el golfo Pérsico representaba sólo el diez por ciento, aproximadamente, del abastecimiento total de los EE.UU. Lo que contribuyó a determinar los intereses estratégicos de los EE.UU. no fueron las importaciones directas de petróleo procedentes de Oriente Medio, sino la importancia del petróleo para la economía y la política mundiales.
Oriente Medio seguirá siendo un escenario de gran importancia geopolítica y su petróleo será esencial para el funcionamiento de la economía mundial, por lo que es probable que esa región siga siendo un interés estratégico fundamental para los EE.UU.
Sin embargo, en general la revolución de la energía procedente del esquisto sí que brinda una nueva aportación a la capacidad de resistencia de los EE.UU. y realza la posición de este país en el mundo. El ascenso del gas de esquisto y del petróleo compacto en los EE.UU. demuestra una vez más cómo puede la innovación cambiar el equilibrio del poder político y económico mundial.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.