KUALA LUMPUR – El próximo año se abre un capítulo crucial para la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), cuya presidencia asumirá Malasia. En un mundo cada vez más dividido en bloques antagónicos, Malasia está impulsando la Visión de la Comunidad de la ASEAN para 2045, un plan estratégico a largo plazo que pretende guiar el crecimiento y la prosperidad de la región en los próximos 20 años. Este marco aspira a forjar un futuro de inclusión y resiliencia, que afiance la paz y la prosperidad en todo el Sudeste Asiático.
Cuando se fundó la ASEAN en Bangkok en 1967, la región era un campo de batalla de la Guerra Fría, sumida en una confrontación ideológica. Hoy, los países del Sudeste Asiático se encuentran de nuevo al borde de las rivalidades entre grandes potencias. Sin embargo, la misión que definió a la ASEAN desde el principio -fomentar la paz, la estabilidad y el desarrollo- sigue siendo sumamente relevante. Con 10 estados miembro y más de 660 millones de habitantes, las economías del bloque, a pesar de las diferencias políticas, figuran entre las más dinámicas del mundo.
La inminente presidencia de Malasia se articula en torno a una visión de progreso compartido, guiada por el lema ASEAN 2025: Inclusividad y Sostenibilidad. Pretende combinar el pragmatismo económico con valores centrados en el ser humano para que nadie quede rezagado. La visión incluye el compromiso de crear un orden regional basado en reglas, que no solo salvaguarde la prosperidad, sino que también mejore la estabilidad del Sudeste Asiático mientras se sortean las tensiones entre las grandes potencias.
La admisión de Timor Oriental como miembro de pleno derecho de la ASEAN representa un paso importante, pues amplía la comunidad para abarcar la totalidad del Sudeste Asiático geográfico, al tiempo que proporciona a Timor Oriental una plataforma muy necesaria para proseguir su desarrollo y, al igual que los demás miembros, preservar su autonomía estratégica.
A medida que se intensifican las tensiones mundiales -desde la competencia estratégica hasta la alteración climática-, el espíritu de colaboración de la ASEAN nunca ha sido tan crucial. La elección es clara: la ASEAN debe avanzar unida o enfrentarse a las fuerzas divisorias que están cobrando impulso en Asia y otras partes.
La ambición no es solo mantener la estabilidad, sino configurar un orden regional justo. Esta visión incluye también el compromiso de poner fin a la agitación en Myanmar, una prueba que la conciencia colectiva de la ASEAN debe superar si quiere mantener su credibilidad.
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El planteamiento de desarrollo de la región se distancia deliberadamente de los excesos del capitalismo desenfrenado. Se resiste a la influencia distorsionadora del comercio subvencionado por el estado de potencias exteriores. En su lugar, la ASEAN defiende un modelo que combina el crecimiento con el bienestar humano, dando prioridad a la educación, a la sanidad y a la reducción de la pobreza. El progreso económico sostenible se entiende no solo en términos de productividad, sino también como la promesa de condiciones de vida dignas e inversión en capital humano.
La administración malasia de la ASEAN también pretende reforzar las alianzas de cara al exterior. Es esencial profundizar en el compromiso con los socios de la ASEAN+ -China, Japón, Corea del Sur, India, Australia y Nueva Zelanda-, así como con agrupaciones mundiales emergentes como los BRICS+. Los próximos compromisos, incluida una cumbre con el Consejo de Cooperación del Golfo y China, indican la intención de la ASEAN de ampliar sus redes económicas y estratégicas más allá de sus fronteras inmediatas.
Estas asociaciones prometen atraer inversiones extranjeras, ampliar el acceso a los mercados y mejorar la infraestructura -una agenda que se alinea con el Nuevo Plan Maestro Industrial 2030 de Malasia, destinado a impulsar la fabricación y la logística-. La pandemia del COVID-19 puso de manifiesto lo vulnerables que pueden ser las cadenas de suministro mundiales, lo que subraya la necesidad de que la ASEAN mitigue estos riesgos fortaleciendo su propia resiliencia y diversificando sus asociaciones.
Para hacer frente a estas vulnerabilidades, la ASEAN debe invertir en infraestructura, mejorar la conectividad y disminuir los riesgos de alteraciones del comercio. La diversificación de las bases de producción y de las rutas comerciales, junto con el compromiso activo con los países de ASEAN+ y BRICS+, contribuirá a asegurar la posición de la región en las redes de suministro esenciales del mundo. Invertir en infraestructura -puertos, ferrocarriles, carreteras- es vital para cimentar el lugar de la ASEAN como nodo clave en el comercio internacional, especialmente en industrias de alto impacto como la electrónica y la agricultura.
Un componente esencial de la estrategia de resiliencia de la ASEAN es la transformación digital. Mediante la adopción de tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial, la cadena de bloques y el análisis de grandes volúmenes de datos, la región busca mejorar la transparencia de las cadenas de suministro y la gestión del riesgo. Esta infraestructura digital será fundamental para fomentar la estabilidad económica en un contexto mundial volátil.
Hace tres décadas escribí El Renacimiento Asiático, un libro que preveía un renacimiento intelectual, cultural y sociopolítico de Asia. Hoy, el Sudeste Asiático está al borde de otra transformación, que se sustenta en la gobernanza ética y el progreso compartido. Los valores de la compasión, la justicia y la integridad deben entrelazarse en el tejido del futuro de la ASEAN para que la región logre un segundo renacimiento que sea beneficioso para todos.
La ASEAN se niega a ser un mero participante en la economía mundial. Su objetivo es influir en ella -configurando la gobernanza, los modelos económicos y las narrativas culturales-. La ambición del Sudeste Asiático va más allá de sus fronteras y aspira a convertirse en una fuerza de cambio positivo en la escena mundial. El ascenso de la ASEAN debe producir resultados tangibles -promover la paz, la justicia y la prosperidad.
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KUALA LUMPUR – El próximo año se abre un capítulo crucial para la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), cuya presidencia asumirá Malasia. En un mundo cada vez más dividido en bloques antagónicos, Malasia está impulsando la Visión de la Comunidad de la ASEAN para 2045, un plan estratégico a largo plazo que pretende guiar el crecimiento y la prosperidad de la región en los próximos 20 años. Este marco aspira a forjar un futuro de inclusión y resiliencia, que afiance la paz y la prosperidad en todo el Sudeste Asiático.
Cuando se fundó la ASEAN en Bangkok en 1967, la región era un campo de batalla de la Guerra Fría, sumida en una confrontación ideológica. Hoy, los países del Sudeste Asiático se encuentran de nuevo al borde de las rivalidades entre grandes potencias. Sin embargo, la misión que definió a la ASEAN desde el principio -fomentar la paz, la estabilidad y el desarrollo- sigue siendo sumamente relevante. Con 10 estados miembro y más de 660 millones de habitantes, las economías del bloque, a pesar de las diferencias políticas, figuran entre las más dinámicas del mundo.
La inminente presidencia de Malasia se articula en torno a una visión de progreso compartido, guiada por el lema ASEAN 2025: Inclusividad y Sostenibilidad. Pretende combinar el pragmatismo económico con valores centrados en el ser humano para que nadie quede rezagado. La visión incluye el compromiso de crear un orden regional basado en reglas, que no solo salvaguarde la prosperidad, sino que también mejore la estabilidad del Sudeste Asiático mientras se sortean las tensiones entre las grandes potencias.
La admisión de Timor Oriental como miembro de pleno derecho de la ASEAN representa un paso importante, pues amplía la comunidad para abarcar la totalidad del Sudeste Asiático geográfico, al tiempo que proporciona a Timor Oriental una plataforma muy necesaria para proseguir su desarrollo y, al igual que los demás miembros, preservar su autonomía estratégica.
A medida que se intensifican las tensiones mundiales -desde la competencia estratégica hasta la alteración climática-, el espíritu de colaboración de la ASEAN nunca ha sido tan crucial. La elección es clara: la ASEAN debe avanzar unida o enfrentarse a las fuerzas divisorias que están cobrando impulso en Asia y otras partes.
La ambición no es solo mantener la estabilidad, sino configurar un orden regional justo. Esta visión incluye también el compromiso de poner fin a la agitación en Myanmar, una prueba que la conciencia colectiva de la ASEAN debe superar si quiere mantener su credibilidad.
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El planteamiento de desarrollo de la región se distancia deliberadamente de los excesos del capitalismo desenfrenado. Se resiste a la influencia distorsionadora del comercio subvencionado por el estado de potencias exteriores. En su lugar, la ASEAN defiende un modelo que combina el crecimiento con el bienestar humano, dando prioridad a la educación, a la sanidad y a la reducción de la pobreza. El progreso económico sostenible se entiende no solo en términos de productividad, sino también como la promesa de condiciones de vida dignas e inversión en capital humano.
La administración malasia de la ASEAN también pretende reforzar las alianzas de cara al exterior. Es esencial profundizar en el compromiso con los socios de la ASEAN+ -China, Japón, Corea del Sur, India, Australia y Nueva Zelanda-, así como con agrupaciones mundiales emergentes como los BRICS+. Los próximos compromisos, incluida una cumbre con el Consejo de Cooperación del Golfo y China, indican la intención de la ASEAN de ampliar sus redes económicas y estratégicas más allá de sus fronteras inmediatas.
Estas asociaciones prometen atraer inversiones extranjeras, ampliar el acceso a los mercados y mejorar la infraestructura -una agenda que se alinea con el Nuevo Plan Maestro Industrial 2030 de Malasia, destinado a impulsar la fabricación y la logística-. La pandemia del COVID-19 puso de manifiesto lo vulnerables que pueden ser las cadenas de suministro mundiales, lo que subraya la necesidad de que la ASEAN mitigue estos riesgos fortaleciendo su propia resiliencia y diversificando sus asociaciones.
Para hacer frente a estas vulnerabilidades, la ASEAN debe invertir en infraestructura, mejorar la conectividad y disminuir los riesgos de alteraciones del comercio. La diversificación de las bases de producción y de las rutas comerciales, junto con el compromiso activo con los países de ASEAN+ y BRICS+, contribuirá a asegurar la posición de la región en las redes de suministro esenciales del mundo. Invertir en infraestructura -puertos, ferrocarriles, carreteras- es vital para cimentar el lugar de la ASEAN como nodo clave en el comercio internacional, especialmente en industrias de alto impacto como la electrónica y la agricultura.
Un componente esencial de la estrategia de resiliencia de la ASEAN es la transformación digital. Mediante la adopción de tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial, la cadena de bloques y el análisis de grandes volúmenes de datos, la región busca mejorar la transparencia de las cadenas de suministro y la gestión del riesgo. Esta infraestructura digital será fundamental para fomentar la estabilidad económica en un contexto mundial volátil.
Hace tres décadas escribí El Renacimiento Asiático, un libro que preveía un renacimiento intelectual, cultural y sociopolítico de Asia. Hoy, el Sudeste Asiático está al borde de otra transformación, que se sustenta en la gobernanza ética y el progreso compartido. Los valores de la compasión, la justicia y la integridad deben entrelazarse en el tejido del futuro de la ASEAN para que la región logre un segundo renacimiento que sea beneficioso para todos.
La ASEAN se niega a ser un mero participante en la economía mundial. Su objetivo es influir en ella -configurando la gobernanza, los modelos económicos y las narrativas culturales-. La ambición del Sudeste Asiático va más allá de sus fronteras y aspira a convertirse en una fuerza de cambio positivo en la escena mundial. El ascenso de la ASEAN debe producir resultados tangibles -promover la paz, la justicia y la prosperidad.