Con la invasión de Ucrania y la anexión de Crimea por parte de Rusia, la desintegración de las fronteras del Iraq y de Siria y una autoafirmación de China cada vez mayor en los mares de la China Meridional y Oriental, la era posterior a la Guerra Fría parece haber acabado en 2014. ¿Es cierto?
La posterior a la Guerra Fría no fue en realidad una “era”, sino una transición gradual de una guerra fría bilateral a un orden internacional más complejo que, en definitiva, aún entraña dos potencias mundiales. Dicho brevemente, los Estados Unidos y la República Popular de China protagonizan cada vez más el eje decisivo del nuevo orden internacional. La competencia chino-americana entraña dos realidades importantes que la distinguen de la Guerra Fría: ninguna de las dos partes tiene una orientación excesivamente ideológica y las dos reconocen que en realidad necesitan una acomodación mutua.
El supuesto “giro hacia Asia” de los Estados Unidos ha pasado a segundo plano en 2014 ante las crisis de Ucrania y Oriente Medio. ¿Hasta qué punto la incertidumbre sobre el compromiso de los EE.UU. en Asia ha avivado la tensión entre los aliados asiáticos de estos últimos y China?
No comparto las premisas de la pregunta. Creo que los Estados Unidos han dejado bien claro que evitar situaciones en las que se vean encaminados hacia una colisión redunda en provecho tanto de ellos como de China. Los recientes indicios de un dialogo inicial entre China y la India y entre China y el Japón indican que también China comprende que la insistencia en agravios antiguos no redunda en su provecho. El problema más grave con el “giro hacia Asia” fue su formulación, que entrañaba una postura militar encaminada a “contener” o “aislar” a China. Los chinos han acabado comprendiendo más claramente que no estábamos intentando deliberadamente aislarlos, sino que estábamos interesados en evitar colisiones en el Lejano Oriente que podrían extenderse más ampliamente.
Xi Jinping ha utilizado su guerra contra la corrupción para concentrar más poder en sus manos que ningún otro dirigente chino desde Deng Xiaoping, hace treinta años. ¿Cómo cree usted que evolucionará la Presidencia de Xi?
El poder en China no está claramente definido y sus límites dependen más de realidades políticas que de disposiciones constitucionales. Así, resulta difícil decir si el poder de Xi es mayor que el de cualquier otro dirigente chino desde Deng. Desde luego, tiene una personalidad autoritaria y no cabe duda de que se muestra más activo en la escena internacional que algunos de sus predecesores. También se ha mostrado muy decidido al atacar la corrupción en aumento, que ha llegado a ser una importante causa de malestar interno y ha alcanzado incluso a los niveles más altos de gobierno. A ese respecto, se puede afirmar que su poder es más amplio que el de sus predecesores, pero, para ser justos, hay que tener en cuenta también que las formas de corrupción que afrontaron sus predecesores no eran tan graves ni estaban tan extendidas como han llegado a ser y a estar en los últimos años.
Al mismo tiempo, la insistencia cada vez mayor por parte de los periódicos del Partido en la afirmación de que se deben considerar las Fuerzas Armadas como servidoras del Partido Comunista y no simplemente de la nación, parece sugerir la preocupación por que el Ejército pueda estar desarrollando su propia concepción de los asuntos internos, además de proclamar cada vez con mayor firmeza su responsabilidad en materia de seguridad nacional. Resulta comprensible que a la minoría dirigente del Partido no le resulte tranquilizador.
¿Podrá el régimen del Presidente de Rusia, Vladimir Putin, resistir un período prolongado de precios bajos de la energía y sanciones occidentales? ¿Qué riesgos le parece que surgirían, si la economía de Rusia siguiera declinando y a Putin le resultara cada vez menos posible recompensar a su base política?
Naturalmente, existe el peligro de que en algún momento Putin opte por el ataque y cree una crisis internacional en verdad colosal y tal vez precipite alguna forma de guerra directa Este-Oeste, pero, para decir eso, debemos suponer también que él mismo es un desequilibrado y ha substituido un tipo de guerra de guerrilla contra Occidente, siempre con posibilidad de retirada, por un combate total. En ese caso el resultado sería inherentemente impredecible, pero, en cualquier caso, probablemente muy destructivo para el bienestar ruso. Si la economía de Rusia sigue declinando y si Occidente logra disuadir a Putin de un mayor uso de la fuerza, aún es concebible que se idee alguna solución aceptable (una de cuyas formas recomendé públicamente al hablar del modelo de Finlandia), pero depende, a su vez, de la firmeza de Occidente al apoyar las medidas de Ucrania para estabilizarse.
Después de la retirada de tropas de los EE.UU. del Afganistán y del Iraq, gran parte del mundo tiene la sensación de que se encuentran en un período de “retirada” similar al de la época posterior a la guerra del Vietnam. ¿Están adoptando los EE.UU. alguna forma de neoaislacionismo? ¿O ese aparente encierro en sí mismos será tan breve como lo fue el de después de la retirada del Vietnam?
No creo que los EE.UU. estén en un “período de retirada”. La realidad es que la redistribución del poder mundial ha producido una situación en la que los EE.UU. ya no son el único hegemón. Los EE.UU. deben reconocer que el mundo es ahora mucho más complejo. Actualmente, a la propagación de los conflictos por todo Oriente Medio contribuye más el aumento del sectarismo religioso que el intervencionismo americano. En esas circunstancias tan cambiantes, se debe prestar una mayor atención a los intereses nacionales de países como, por ejemplo, Turquía, el Irán, Arabia Saudí, Egipto e Israel. Por la misma razón, no se debe permitir que los EE.UU. se centren exclusivamente en los intereses de cualquiera de ellos.
¿Qué podría sorprender más al mundo en 2015?
Tal vez la reaparición gradual en Rusia de una clase media liberal y políticamente más enérgica. Dicha clase media estaba empezando a desempeñar un papel más importante en la configuración de la política interior e internacional rusa durante la presidencia de Dmitri Medvedev. Con el regreso de Putin al poder y su reciente aventurerismo, un patrioterismo deliberadamente fomentado e intensamente estimulado la ha dejado de lado. Sin embargo, agitar un estandarte patriotero puede no ser la mejor solución para abordar los problemas internacionales, sobre todo si Occidente está unido y actúa con inteligencia. Como es totalmente natural, la clase media rusa desea vivir en una sociedad como la de la Europa occidental. Una Rusia que empiece a gravitar gradualmente hacia Occidente será también una Rusia que cese de perturbar el sistema internacional.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
Con la invasión de Ucrania y la anexión de Crimea por parte de Rusia, la desintegración de las fronteras del Iraq y de Siria y una autoafirmación de China cada vez mayor en los mares de la China Meridional y Oriental, la era posterior a la Guerra Fría parece haber acabado en 2014. ¿Es cierto?
La posterior a la Guerra Fría no fue en realidad una “era”, sino una transición gradual de una guerra fría bilateral a un orden internacional más complejo que, en definitiva, aún entraña dos potencias mundiales. Dicho brevemente, los Estados Unidos y la República Popular de China protagonizan cada vez más el eje decisivo del nuevo orden internacional. La competencia chino-americana entraña dos realidades importantes que la distinguen de la Guerra Fría: ninguna de las dos partes tiene una orientación excesivamente ideológica y las dos reconocen que en realidad necesitan una acomodación mutua.
El supuesto “giro hacia Asia” de los Estados Unidos ha pasado a segundo plano en 2014 ante las crisis de Ucrania y Oriente Medio. ¿Hasta qué punto la incertidumbre sobre el compromiso de los EE.UU. en Asia ha avivado la tensión entre los aliados asiáticos de estos últimos y China?
No comparto las premisas de la pregunta. Creo que los Estados Unidos han dejado bien claro que evitar situaciones en las que se vean encaminados hacia una colisión redunda en provecho tanto de ellos como de China. Los recientes indicios de un dialogo inicial entre China y la India y entre China y el Japón indican que también China comprende que la insistencia en agravios antiguos no redunda en su provecho. El problema más grave con el “giro hacia Asia” fue su formulación, que entrañaba una postura militar encaminada a “contener” o “aislar” a China. Los chinos han acabado comprendiendo más claramente que no estábamos intentando deliberadamente aislarlos, sino que estábamos interesados en evitar colisiones en el Lejano Oriente que podrían extenderse más ampliamente.
Xi Jinping ha utilizado su guerra contra la corrupción para concentrar más poder en sus manos que ningún otro dirigente chino desde Deng Xiaoping, hace treinta años. ¿Cómo cree usted que evolucionará la Presidencia de Xi?
El poder en China no está claramente definido y sus límites dependen más de realidades políticas que de disposiciones constitucionales. Así, resulta difícil decir si el poder de Xi es mayor que el de cualquier otro dirigente chino desde Deng. Desde luego, tiene una personalidad autoritaria y no cabe duda de que se muestra más activo en la escena internacional que algunos de sus predecesores. También se ha mostrado muy decidido al atacar la corrupción en aumento, que ha llegado a ser una importante causa de malestar interno y ha alcanzado incluso a los niveles más altos de gobierno. A ese respecto, se puede afirmar que su poder es más amplio que el de sus predecesores, pero, para ser justos, hay que tener en cuenta también que las formas de corrupción que afrontaron sus predecesores no eran tan graves ni estaban tan extendidas como han llegado a ser y a estar en los últimos años.
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Al mismo tiempo, la insistencia cada vez mayor por parte de los periódicos del Partido en la afirmación de que se deben considerar las Fuerzas Armadas como servidoras del Partido Comunista y no simplemente de la nación, parece sugerir la preocupación por que el Ejército pueda estar desarrollando su propia concepción de los asuntos internos, además de proclamar cada vez con mayor firmeza su responsabilidad en materia de seguridad nacional. Resulta comprensible que a la minoría dirigente del Partido no le resulte tranquilizador.
¿Podrá el régimen del Presidente de Rusia, Vladimir Putin, resistir un período prolongado de precios bajos de la energía y sanciones occidentales? ¿Qué riesgos le parece que surgirían, si la economía de Rusia siguiera declinando y a Putin le resultara cada vez menos posible recompensar a su base política?
Naturalmente, existe el peligro de que en algún momento Putin opte por el ataque y cree una crisis internacional en verdad colosal y tal vez precipite alguna forma de guerra directa Este-Oeste, pero, para decir eso, debemos suponer también que él mismo es un desequilibrado y ha substituido un tipo de guerra de guerrilla contra Occidente, siempre con posibilidad de retirada, por un combate total. En ese caso el resultado sería inherentemente impredecible, pero, en cualquier caso, probablemente muy destructivo para el bienestar ruso. Si la economía de Rusia sigue declinando y si Occidente logra disuadir a Putin de un mayor uso de la fuerza, aún es concebible que se idee alguna solución aceptable (una de cuyas formas recomendé públicamente al hablar del modelo de Finlandia), pero depende, a su vez, de la firmeza de Occidente al apoyar las medidas de Ucrania para estabilizarse.
Después de la retirada de tropas de los EE.UU. del Afganistán y del Iraq, gran parte del mundo tiene la sensación de que se encuentran en un período de “retirada” similar al de la época posterior a la guerra del Vietnam. ¿Están adoptando los EE.UU. alguna forma de neoaislacionismo? ¿O ese aparente encierro en sí mismos será tan breve como lo fue el de después de la retirada del Vietnam?
No creo que los EE.UU. estén en un “período de retirada”. La realidad es que la redistribución del poder mundial ha producido una situación en la que los EE.UU. ya no son el único hegemón. Los EE.UU. deben reconocer que el mundo es ahora mucho más complejo. Actualmente, a la propagación de los conflictos por todo Oriente Medio contribuye más el aumento del sectarismo religioso que el intervencionismo americano. En esas circunstancias tan cambiantes, se debe prestar una mayor atención a los intereses nacionales de países como, por ejemplo, Turquía, el Irán, Arabia Saudí, Egipto e Israel. Por la misma razón, no se debe permitir que los EE.UU. se centren exclusivamente en los intereses de cualquiera de ellos.
¿Qué podría sorprender más al mundo en 2015?
Tal vez la reaparición gradual en Rusia de una clase media liberal y políticamente más enérgica. Dicha clase media estaba empezando a desempeñar un papel más importante en la configuración de la política interior e internacional rusa durante la presidencia de Dmitri Medvedev. Con el regreso de Putin al poder y su reciente aventurerismo, un patrioterismo deliberadamente fomentado e intensamente estimulado la ha dejado de lado. Sin embargo, agitar un estandarte patriotero puede no ser la mejor solución para abordar los problemas internacionales, sobre todo si Occidente está unido y actúa con inteligencia. Como es totalmente natural, la clase media rusa desea vivir en una sociedad como la de la Europa occidental. Una Rusia que empiece a gravitar gradualmente hacia Occidente será también una Rusia que cese de perturbar el sistema internacional.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.