WASHINGTON, DC – No hay lugar en el mundo donde el impacto de las crisis recientes -las consecuencias económicas perdurables del COVID-19 y los efectos derrame a nivel global de la guerra de Rusia en Ucrania- se sienta más que en el mundo en desarrollo. A la gente en los países pobres les cuesta lidiar con los precios más altos de los alimentos y de los combustibles y con una deuda insostenible, mientras que los niños todavía sufren las consecuencias de la pérdida de aprendizaje causada por la pandemia. En muchos lugares, el crecimiento económico se ha detenido.
WASHINGTON, DC – No hay lugar en el mundo donde el impacto de las crisis recientes -las consecuencias económicas perdurables del COVID-19 y los efectos derrame a nivel global de la guerra de Rusia en Ucrania- se sienta más que en el mundo en desarrollo. A la gente en los países pobres les cuesta lidiar con los precios más altos de los alimentos y de los combustibles y con una deuda insostenible, mientras que los niños todavía sufren las consecuencias de la pérdida de aprendizaje causada por la pandemia. En muchos lugares, el crecimiento económico se ha detenido.