TEL AVIV – «Afganistán fue la misión de construcción nacional por excelencia», escribió el expresidente estadounidense George W. Bush en su libro de memorias de 2010. «Habíamos liberado al país de una dictadura primitiva, y teníamos la obligación moral de dejar en el lugar algo mejor». Esta lógica no tiene nada de sorprendente: a los proyectos coloniales siempre se los describió como «misiones civilizadoras». Y (como sucedió en Afganistán) han fracasado una y otra vez. En realidad, el único modo de crear un estado nacional es desde adentro.
TEL AVIV – «Afganistán fue la misión de construcción nacional por excelencia», escribió el expresidente estadounidense George W. Bush en su libro de memorias de 2010. «Habíamos liberado al país de una dictadura primitiva, y teníamos la obligación moral de dejar en el lugar algo mejor». Esta lógica no tiene nada de sorprendente: a los proyectos coloniales siempre se los describió como «misiones civilizadoras». Y (como sucedió en Afganistán) han fracasado una y otra vez. En realidad, el único modo de crear un estado nacional es desde adentro.