TEL AVIV – A nadie debe extrañar que el reciente referéndum de Escocia sobre la independencia dejara intacto al Reino Unido. En el pasado, las regiones o comunidades han logrado la condición de Estados casi exclusivamente después de una lucha contra el sometimiento y la opresión coloniales, galvanizadas por el recurso a una identidad religiosa, cultural o étnica distintiva. Las quejas sobre la dinámica económica, las políticas sociales o las ineficiencias en la gestión de los asuntos públicos –la base de la campaña por el “sí” en Escocia– no son los cris de coeur de un movimiento por la independencia logrado. Es una mala noticia para los secesionistas de cualquier parte de Occidente.
TEL AVIV – A nadie debe extrañar que el reciente referéndum de Escocia sobre la independencia dejara intacto al Reino Unido. En el pasado, las regiones o comunidades han logrado la condición de Estados casi exclusivamente después de una lucha contra el sometimiento y la opresión coloniales, galvanizadas por el recurso a una identidad religiosa, cultural o étnica distintiva. Las quejas sobre la dinámica económica, las políticas sociales o las ineficiencias en la gestión de los asuntos públicos –la base de la campaña por el “sí” en Escocia– no son los cris de coeur de un movimiento por la independencia logrado. Es una mala noticia para los secesionistas de cualquier parte de Occidente.