LONDRES – A principios de los 1980, mientras cursaba estudios universitarios en los Estados Unidos, un profesor intentó enseñarme el icónico modelo Mundell-Fleming, que predice que una moneda sube de valor ante un aumento del déficit presupuestario del país que la emite. Los estudiantes asiáticos, africanos, latinoamericanos y del sur de Europa que estábamos en la sala de clases reaccionamos al unísono, afirmando que no es así: todo operador financiero con algo de sentido común se deshará de la moneda de un país cuyo gobierno está a punto de endeudarse masivamente.
LONDRES – A principios de los 1980, mientras cursaba estudios universitarios en los Estados Unidos, un profesor intentó enseñarme el icónico modelo Mundell-Fleming, que predice que una moneda sube de valor ante un aumento del déficit presupuestario del país que la emite. Los estudiantes asiáticos, africanos, latinoamericanos y del sur de Europa que estábamos en la sala de clases reaccionamos al unísono, afirmando que no es así: todo operador financiero con algo de sentido común se deshará de la moneda de un país cuyo gobierno está a punto de endeudarse masivamente.