BERKELEY – Tras un periodo de gran tensión entre Estados Unidos y China, que tuvo su punto culminante este mes entre rumores de una guerra comercial abierta, ahora es evidente que se acerca un viraje en la política cambiaria china. Finalmente, China está dispuesta a dejar que el renminbi reanude su lenta pero constante marcha ascendente. Ahora podemos esperar que se vuelva a revaluar con respecto al dólar, muy gradualmente, como lo hiciera entre 2005 y 2007.
Algunos observadores, entre ellos los que más temían una guerra comercial, parecen aliviados. Otros, que consideran que un renminbi sustancialmente subvaluado es un factor importante del desempleo estadounidense, se sentirán decepcionados por lo gradual del ajuste. Habrían preferido una brusca revaluación de quizás un 20% para generar un descenso claro del índice de desempleo.
Otros más desestiman como irrelevante un giro en la política cambiaria china. Para ellos, el superávit de cuenta corriente de China y su reflejo, el déficit de cuenta corriente estadounidense, son el problema central. Argumentan que los balances de cuenta corriente reflejan los índices de ahorro e inversión nacionales. China tiene superávits externos porque su ahorro es mayor que su inversión. Estados Unidos tiene déficits externos debido a la insuficiencia de su ahorro interno, que en el pasado era el reflejo del alto gasto de los hogares, pero hoy se origina en un gobierno derrochador.
Concluyen que no hay razón para esperar que un cambio en el tipo entre el renminbi y el dólar tenga efectos importantes en el ahorro o la inversión en China, y mucho menos en los Estados Unidos. En consecuencia, no hay por qué pensar que genere consecuencias de primer orden en el balance bilateral de cuentas corrientes o, de hecho, sobre el desempleo, que depende del mismo comportamiento de ahorro e inversión.
De hecho, ambas críticas se equivocan. China hizo lo correcto al esperar a ajustar su tipo de cambio, y ahora tiene razón al hacerlo de manera gradual en lugar de abrupta y discontinua. La economía china está creciendo en todo su potencial: las previsiones para el 2010 son de un 10%, y las cifras del primer trimestre, de un 11,9%, la muestran creciendo todo lo rápido que puede crecer una economía dentro de los límites de lo seguro.
China sorteó la crisis con éxito, evitando una desaceleración importante, al elevar el gasto público. Sin embargo, como resultado, ahora no tiene otra manera de aumentar la inversión o el consumo interno.
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No hay duda de que crear una red de seguridad social, desarrollar los mercados financieros y fortalecer el gobierno corporativo para fomentar que las empresas estatales rindan más de lo que gastan estimularía el consumo de los hogares chinos. Sin embargo, esas reformas demoran años en llevarse a cabo. Mientras tanto, el índice de crecimiento del gasto en China no cambiará sustancialmente.
Como resultado, las autoridades chinas han preferido esperar a ver si la recuperación estadounidense es real. Si lo es, las exportaciones de China crecerán con mayor rapidez. Y si lo hacen, pueden permitir que el renminbi se revalúe.
Sin un ajuste del tipo de cambio, el mayor crecimiento de las exportaciones expondría a China a al riesgo de un sobrecalentamiento de su economía. Pero, con el ajuste, los consumidores chinos gastarán más en importaciones y menos en bienes producidos localmente. Una vez evitado el sobrecalentamiento, la economía china puede seguir apuntando a sobrepasar su acostumbrado ritmo anual del 10%.
Crecen las señales de que la recuperación de EE.UU. se irá consolidando. Como siempre, no hay garantías, pero las cifras más recientes de ventas de vehículos ligeros, así como el índice de manufactura del Instituto de Gestión de la Oferta (ISM) y el informe de empleo de la Oficina de Estadísticas Laborales, apuntan en la misma dirección.
Puesto que el aumento del gasto estadounidense en exportaciones chinas será gradual, es apropiado que el ajuste del tipo de cambio renminbi-dólar también lo sea. Si China cometiera la imprudencia de revaluar en un 20%, como recomiendan ciertos extranjeros, el resultado sería una abrupta caída del gasto en sus productos, lo que socavaría el crecimiento.
Lo que es más, el ajuste gradual del tipo de cambio bilateral es necesario para evitar una explosión de los desequilibrios globales. La recuperación de la inversión, que cayó estrepitosamente durante la crisis, impulsará el crecimiento estadounidense. Sinembargo, a medida que ahora la inversión se eleve en relación con el ahorro, existe el riesgo de que el déficit de cuenta corriente de EE.UU., que bajó del 6% del PGB en 2006 a cerca del 2,5% el año pasado, aumente nuevamente.
La revaluación del renminbi, que hace que el gasto chino se oriente hacia bienes de procedencia extranjera, servirá de contrapeso a esta tendencia. Al hacer que las empresas estadounidenses perciban más ingresos, elevará el ahorro corporativo de EE.UU., lo que conciliará la recuperación con la necesidad de impedir que los desequilibrios vuelvan a amenazar la estabilidad financiera.
Las autoridades chinas han estado recibiendo un montón de consejos no solicitados, y han tenido el buen criterio de no prestarles demasiada atención. Al manejar su tipo de cambio, han hecho lo que había que hacer.
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Though US President Joe Biden’s massive industrial-subsidy programs have fueled a construction boom, they have failed to revive US manufacturing output – a goal that Donald Trump’s tariff-based approach will also fail to achieve. In the US and the EU alike, resisting the secular trend of “de-manufacturing” may well be a losing battle.
shows that Joe Biden’s subsidies failed to boost industrial production – and Donald Trump’s tariffs will, too.
Rather than use “normal” policy tools, such as interest rates and fiscal spending, to address low consumption or deflationary pressures, Chinese policymakers should be pursuing fundamental reforms that address the issues underlying these problems. The key is to allow for a more market-driven allocation of land, money, and labor.
concludes that, with fundamental reforms, another wave of rapid economic growth is possible.
BERKELEY – Tras un periodo de gran tensión entre Estados Unidos y China, que tuvo su punto culminante este mes entre rumores de una guerra comercial abierta, ahora es evidente que se acerca un viraje en la política cambiaria china. Finalmente, China está dispuesta a dejar que el renminbi reanude su lenta pero constante marcha ascendente. Ahora podemos esperar que se vuelva a revaluar con respecto al dólar, muy gradualmente, como lo hiciera entre 2005 y 2007.
Algunos observadores, entre ellos los que más temían una guerra comercial, parecen aliviados. Otros, que consideran que un renminbi sustancialmente subvaluado es un factor importante del desempleo estadounidense, se sentirán decepcionados por lo gradual del ajuste. Habrían preferido una brusca revaluación de quizás un 20% para generar un descenso claro del índice de desempleo.
Otros más desestiman como irrelevante un giro en la política cambiaria china. Para ellos, el superávit de cuenta corriente de China y su reflejo, el déficit de cuenta corriente estadounidense, son el problema central. Argumentan que los balances de cuenta corriente reflejan los índices de ahorro e inversión nacionales. China tiene superávits externos porque su ahorro es mayor que su inversión. Estados Unidos tiene déficits externos debido a la insuficiencia de su ahorro interno, que en el pasado era el reflejo del alto gasto de los hogares, pero hoy se origina en un gobierno derrochador.
Concluyen que no hay razón para esperar que un cambio en el tipo entre el renminbi y el dólar tenga efectos importantes en el ahorro o la inversión en China, y mucho menos en los Estados Unidos. En consecuencia, no hay por qué pensar que genere consecuencias de primer orden en el balance bilateral de cuentas corrientes o, de hecho, sobre el desempleo, que depende del mismo comportamiento de ahorro e inversión.
De hecho, ambas críticas se equivocan. China hizo lo correcto al esperar a ajustar su tipo de cambio, y ahora tiene razón al hacerlo de manera gradual en lugar de abrupta y discontinua. La economía china está creciendo en todo su potencial: las previsiones para el 2010 son de un 10%, y las cifras del primer trimestre, de un 11,9%, la muestran creciendo todo lo rápido que puede crecer una economía dentro de los límites de lo seguro.
China sorteó la crisis con éxito, evitando una desaceleración importante, al elevar el gasto público. Sin embargo, como resultado, ahora no tiene otra manera de aumentar la inversión o el consumo interno.
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Como resultado, las autoridades chinas han preferido esperar a ver si la recuperación estadounidense es real. Si lo es, las exportaciones de China crecerán con mayor rapidez. Y si lo hacen, pueden permitir que el renminbi se revalúe.
Sin un ajuste del tipo de cambio, el mayor crecimiento de las exportaciones expondría a China a al riesgo de un sobrecalentamiento de su economía. Pero, con el ajuste, los consumidores chinos gastarán más en importaciones y menos en bienes producidos localmente. Una vez evitado el sobrecalentamiento, la economía china puede seguir apuntando a sobrepasar su acostumbrado ritmo anual del 10%.
Crecen las señales de que la recuperación de EE.UU. se irá consolidando. Como siempre, no hay garantías, pero las cifras más recientes de ventas de vehículos ligeros, así como el índice de manufactura del Instituto de Gestión de la Oferta (ISM) y el informe de empleo de la Oficina de Estadísticas Laborales, apuntan en la misma dirección.
Puesto que el aumento del gasto estadounidense en exportaciones chinas será gradual, es apropiado que el ajuste del tipo de cambio renminbi-dólar también lo sea. Si China cometiera la imprudencia de revaluar en un 20%, como recomiendan ciertos extranjeros, el resultado sería una abrupta caída del gasto en sus productos, lo que socavaría el crecimiento.
Lo que es más, el ajuste gradual del tipo de cambio bilateral es necesario para evitar una explosión de los desequilibrios globales. La recuperación de la inversión, que cayó estrepitosamente durante la crisis, impulsará el crecimiento estadounidense. Sin embargo, a medida que ahora la inversión se eleve en relación con el ahorro, existe el riesgo de que el déficit de cuenta corriente de EE.UU., que bajó del 6% del PGB en 2006 a cerca del 2,5% el año pasado, aumente nuevamente.
La revaluación del renminbi, que hace que el gasto chino se oriente hacia bienes de procedencia extranjera, servirá de contrapeso a esta tendencia. Al hacer que las empresas estadounidenses perciban más ingresos, elevará el ahorro corporativo de EE.UU., lo que conciliará la recuperación con la necesidad de impedir que los desequilibrios vuelvan a amenazar la estabilidad financiera.
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