NUEVA YORK – El ganador de las elecciones presidenciales de Estados Unidos heredará una tormenta perfecta de problemas, tanto económicos como internacionales. Enfrentará la agenda de inauguración de mandato más difícil de cualquier presidente desde –y lo digo con total seriedad- el hombre que salvó a la Unión, Abraham Lincoln. Pero un antecedente más aleccionador es 1933, cuando Franklin Roosevelt le ofreció una retórica inspiradora y una “experimentación audaz” a un país que enfrentaba una crisis económica y un resquebrajamiento de la confianza pública.
NUEVA YORK – El ganador de las elecciones presidenciales de Estados Unidos heredará una tormenta perfecta de problemas, tanto económicos como internacionales. Enfrentará la agenda de inauguración de mandato más difícil de cualquier presidente desde –y lo digo con total seriedad- el hombre que salvó a la Unión, Abraham Lincoln. Pero un antecedente más aleccionador es 1933, cuando Franklin Roosevelt le ofreció una retórica inspiradora y una “experimentación audaz” a un país que enfrentaba una crisis económica y un resquebrajamiento de la confianza pública.