NUEVA YORK – En algún momento del decenio de 1980, cuando el régimen comunista de Polonia afrontaba graves desafíos de las masas desafectas, el portavoz oficial del régimen, Jerzy Urban, comentó a un periodista extranjero que había sólo dos opciones en Polonia: el comunismo o la dominación por la Iglesia católica. “O nosotros”, dijo, “o la Virgen Negra de Czestochowa”.
NUEVA YORK – En algún momento del decenio de 1980, cuando el régimen comunista de Polonia afrontaba graves desafíos de las masas desafectas, el portavoz oficial del régimen, Jerzy Urban, comentó a un periodista extranjero que había sólo dos opciones en Polonia: el comunismo o la dominación por la Iglesia católica. “O nosotros”, dijo, “o la Virgen Negra de Czestochowa”.