ABU DABI – A esta altura debiera ser algo sabido que el cambio climático es un problema complejo con consecuencias gigantescas para el Sur Global. Para 2030, la mayoría de los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID) habrán perdido el 100 % de su PBI a causa de desastres climáticos. De manera similar, los 54 países de África sufrirán algunas de las peores consecuencias del calentamiento del planeta, aunque son los menos responsables de la crisis, ya que emiten menos del 4 % de los gases de efecto invernadero (GEI) del mundo.
El aumento de las temperaturas amenaza asimismo al mundo árabe: hizo que el agua escasee en Jordania y produjo olas de calor extremo en los países del Golfo. La necesidad de una gran transformación, tanto a escala regional como global, fue uno de los principales motivos por los que Egipto organizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) el año pasado y los Emiratos Árabes Unidos lo harán este año. Como preparación para la COP28, que se reunirá en Dubái en noviembre y diciembre, los EAU se comprometieron a participar en discusiones abiertas y honestas con todos para garantizar el éxito del evento.
Basándose en la decisión estratégica de fomentar e invertir en energías renovables, la conservación y las tecnologías climáticas, los EAU eligieron al sultán Al Jaber como presidente designado de la COP28. Esa elección recibió mucha atención: además de presidente de Masdar —la primera ciudad neutra en carbono y sede de la Agencia Internacional de Energías Renovables— y ministro de industria y tecnología avanzada, Al Jaber es director gerente y director ejecutivo del grupo de la Empresa Petrolera Nacional de Abu Dabi.
Para acelerar la acción climática, solucionar los desafíos de la transición energética y mantener la demanda mundial de petróleo hay que abordar esos temas de manera integral. Los EAU reconocen esta realidad y eligieron para supervisar las conversaciones a alguien con amplia experiencia en proyectos de energías renovables, en el cargo de enviado especial para el cambio climático y en puestos responsables de reducir las emisiones industriales. El calentamiento global es un problema complicado y para solucionarlo son necesarias soluciones sofisticadas que requieren especialistas con experiencia en temas muy diversos.
Un grupo pequeño, pero ruidoso, de políticos estadounidenses y europeos, junto con algunos activistas, cuestionaron que un «ejecutivo del petróleo» dirija la COP28. Muchas de esas personas a cargo de las políticas insisten en reducir las negociaciones climáticas a un juego de suma cero. Cuando se centran en la designación de Al Jaber y distraen a la gente del desafío de implementar soluciones climáticas realistas parece que entendieran la lucha contra el calentamiento global como un elemento de castigo político que blandir más que un imperativo mundial que requiere estrecha colaboración.
La semana pasada, miembros del congreso estadounidense y el parlamento europeo enviaron una carta al presidente de EE. UU. Joe Biden, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen y el secretario general de la ONU, António Guterres, instándolos a destituir a Al Jaber del cargo de presidente designado de la COP28. No se basaron en que haya obrado mal o no esté comprometido con su función, sino en el deseo de sumar puntos políticos a expensas de un esfuerzo mundial unificado para abordar el cambio climático y mantener el crecimiento económico.
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Los legisladores deben garantizar los mejores resultados posibles para los constituyentes y sus descendientes en vez de abrazar posiciones basadas en sesgos políticos sin esforzarse por participar de manera genuina. Peor aún, defienden la intervención internacional en una decisión soberana, la última de una larga línea de esfuerzos occidentales para obtener beneficios políticos locales dictando qué hacer a los gobiernos del Sur Global.
Además, la tendencia a recetar soluciones mediante políticas a los países del sur global —que suelen ser los más perjudicados por el cambio climático y han soportado una injusticia tras otra, incluidos el colonialismo y la extracción de recursos— amplía la brecha entre los enfoques sobre el calentamiento global. Las economías emergentes como China e India deben equilibrar la acción climática con la necesidad de brindar oportunidades económicas a miles de millones de personas.
Sin embargo, tanto China como India invirtieron sustancialmente en la mitigación y la adaptación climáticas, y China desarrolló la mayor capacidad del mundo para producir e instalar energías renovables. Ambos países son líderes mundiales en capacidad solar y eólica, y han instalado más del 40 % de la nueva capacidad de generación mundial de esas energías cada año desde 2017. China e India continúan consumiendo combustibles fósiles —como ocurre en todo el mundo— pero redujeron su uso del 96 % al 83 % del total, en promedio, entre ambas. Suman casi 3000 millones de habitantes y se encuentran entre las mayores economías del mundo y las de crecimiento más rápido, no se puede ignorar sus necesidades.
Los mismos legisladores que sermonean a estados soberanos sobre la manera de navegar la política climática parecen olvidar que EE. UU. y Europa son responsables de la mayor parte de las emisiones históricas. En vez de interferir en la toma de decisiones de los países comprometidos con la acción climática debieran ejercer presión sobre sus propios gobiernos para que cumplan los compromisos climáticos que asumieron. Actualmente, EE. UU. y Europa están ampliando su infraestructura de combustibles fósiles y no contribuyen sustancialmente a los acuerdos internacionales de financiamiento para mitigar los efectos del cambio climático. El Reino Unido anunció la apertura de su primera nueva mina de carbón en 30 años, y Alemania resucitó o extendió la vida útil de al menos 20 usinas a carbón.
Las discusiones sobre transiciones energéticas deben considerar los matices e implicar un compromiso sincero con la acción conjunta, pero eso es imposible cuando algunos políticos están más dedicados a difundir comentarios que capten la atención y aumentar su fama. El mundo, en gran medida, se ha puesto de acuerdo en la necesidad de reducir las emisiones de GEI. No podemos permitir que una minoría cambie el encuadre del problema y, en ese proceso, reste impulso a las soluciones. La crisis climática es real, al igual que el drama político que obstaculiza soluciones prácticas y tangibles. Debemos evitar la trampa de la división y la distracción si deseamos ocuparnos del calentamiento global antes de que sea demasiado tarde.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
ABU DABI – A esta altura debiera ser algo sabido que el cambio climático es un problema complejo con consecuencias gigantescas para el Sur Global. Para 2030, la mayoría de los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID) habrán perdido el 100 % de su PBI a causa de desastres climáticos. De manera similar, los 54 países de África sufrirán algunas de las peores consecuencias del calentamiento del planeta, aunque son los menos responsables de la crisis, ya que emiten menos del 4 % de los gases de efecto invernadero (GEI) del mundo.
El aumento de las temperaturas amenaza asimismo al mundo árabe: hizo que el agua escasee en Jordania y produjo olas de calor extremo en los países del Golfo. La necesidad de una gran transformación, tanto a escala regional como global, fue uno de los principales motivos por los que Egipto organizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) el año pasado y los Emiratos Árabes Unidos lo harán este año. Como preparación para la COP28, que se reunirá en Dubái en noviembre y diciembre, los EAU se comprometieron a participar en discusiones abiertas y honestas con todos para garantizar el éxito del evento.
Basándose en la decisión estratégica de fomentar e invertir en energías renovables, la conservación y las tecnologías climáticas, los EAU eligieron al sultán Al Jaber como presidente designado de la COP28. Esa elección recibió mucha atención: además de presidente de Masdar —la primera ciudad neutra en carbono y sede de la Agencia Internacional de Energías Renovables— y ministro de industria y tecnología avanzada, Al Jaber es director gerente y director ejecutivo del grupo de la Empresa Petrolera Nacional de Abu Dabi.
Para acelerar la acción climática, solucionar los desafíos de la transición energética y mantener la demanda mundial de petróleo hay que abordar esos temas de manera integral. Los EAU reconocen esta realidad y eligieron para supervisar las conversaciones a alguien con amplia experiencia en proyectos de energías renovables, en el cargo de enviado especial para el cambio climático y en puestos responsables de reducir las emisiones industriales. El calentamiento global es un problema complicado y para solucionarlo son necesarias soluciones sofisticadas que requieren especialistas con experiencia en temas muy diversos.
Un grupo pequeño, pero ruidoso, de políticos estadounidenses y europeos, junto con algunos activistas, cuestionaron que un «ejecutivo del petróleo» dirija la COP28. Muchas de esas personas a cargo de las políticas insisten en reducir las negociaciones climáticas a un juego de suma cero. Cuando se centran en la designación de Al Jaber y distraen a la gente del desafío de implementar soluciones climáticas realistas parece que entendieran la lucha contra el calentamiento global como un elemento de castigo político que blandir más que un imperativo mundial que requiere estrecha colaboración.
La semana pasada, miembros del congreso estadounidense y el parlamento europeo enviaron una carta al presidente de EE. UU. Joe Biden, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen y el secretario general de la ONU, António Guterres, instándolos a destituir a Al Jaber del cargo de presidente designado de la COP28. No se basaron en que haya obrado mal o no esté comprometido con su función, sino en el deseo de sumar puntos políticos a expensas de un esfuerzo mundial unificado para abordar el cambio climático y mantener el crecimiento económico.
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Los legisladores deben garantizar los mejores resultados posibles para los constituyentes y sus descendientes en vez de abrazar posiciones basadas en sesgos políticos sin esforzarse por participar de manera genuina. Peor aún, defienden la intervención internacional en una decisión soberana, la última de una larga línea de esfuerzos occidentales para obtener beneficios políticos locales dictando qué hacer a los gobiernos del Sur Global.
Además, la tendencia a recetar soluciones mediante políticas a los países del sur global —que suelen ser los más perjudicados por el cambio climático y han soportado una injusticia tras otra, incluidos el colonialismo y la extracción de recursos— amplía la brecha entre los enfoques sobre el calentamiento global. Las economías emergentes como China e India deben equilibrar la acción climática con la necesidad de brindar oportunidades económicas a miles de millones de personas.
Sin embargo, tanto China como India invirtieron sustancialmente en la mitigación y la adaptación climáticas, y China desarrolló la mayor capacidad del mundo para producir e instalar energías renovables. Ambos países son líderes mundiales en capacidad solar y eólica, y han instalado más del 40 % de la nueva capacidad de generación mundial de esas energías cada año desde 2017. China e India continúan consumiendo combustibles fósiles —como ocurre en todo el mundo— pero redujeron su uso del 96 % al 83 % del total, en promedio, entre ambas. Suman casi 3000 millones de habitantes y se encuentran entre las mayores economías del mundo y las de crecimiento más rápido, no se puede ignorar sus necesidades.
Los mismos legisladores que sermonean a estados soberanos sobre la manera de navegar la política climática parecen olvidar que EE. UU. y Europa son responsables de la mayor parte de las emisiones históricas. En vez de interferir en la toma de decisiones de los países comprometidos con la acción climática debieran ejercer presión sobre sus propios gobiernos para que cumplan los compromisos climáticos que asumieron. Actualmente, EE. UU. y Europa están ampliando su infraestructura de combustibles fósiles y no contribuyen sustancialmente a los acuerdos internacionales de financiamiento para mitigar los efectos del cambio climático. El Reino Unido anunció la apertura de su primera nueva mina de carbón en 30 años, y Alemania resucitó o extendió la vida útil de al menos 20 usinas a carbón.
Las discusiones sobre transiciones energéticas deben considerar los matices e implicar un compromiso sincero con la acción conjunta, pero eso es imposible cuando algunos políticos están más dedicados a difundir comentarios que capten la atención y aumentar su fama. El mundo, en gran medida, se ha puesto de acuerdo en la necesidad de reducir las emisiones de GEI. No podemos permitir que una minoría cambie el encuadre del problema y, en ese proceso, reste impulso a las soluciones. La crisis climática es real, al igual que el drama político que obstaculiza soluciones prácticas y tangibles. Debemos evitar la trampa de la división y la distracción si deseamos ocuparnos del calentamiento global antes de que sea demasiado tarde.
Traducción al español por Ant-Translation