Los economistas modernos han convertido a Adam Smith en un profeta, de la misma forma en que los regímenes comunistas alguna vez divinizaron a Karl Marx. El principio fundamental que le atribuyen a Smith –que los buenos incentivos producen buenos resultados independientemente de la cultura—se ha convertido en el gran mandamiento de la economía. No obstante, esa visión es una interpretación equivocada de la historia (y tal vez una lectura equivocada de Smith).
Los economistas modernos han convertido a Adam Smith en un profeta, de la misma forma en que los regímenes comunistas alguna vez divinizaron a Karl Marx. El principio fundamental que le atribuyen a Smith –que los buenos incentivos producen buenos resultados independientemente de la cultura—se ha convertido en el gran mandamiento de la economía. No obstante, esa visión es una interpretación equivocada de la historia (y tal vez una lectura equivocada de Smith).