MOSCÚ – La mayor desilusión de la era poscomunista ha sido la incapacidad de Occidente –de Europa en particular—de construir una relación exitosa con Rusia. La mayoría de los encargados del diseño de políticas y de los expertos esperaban que, después de un período de transición inevitablemente problemático, Rusia establecería una asociación estratégica y económica con Estados Unidos y Europa basada en intereses y valores compartidos. El ritmo del cambio puede ser incierto, pero su dirección no lo es. El enorme triunfo electoral de Vladimir Putin en las elecciones de la Duma de esta semana ha desmentido esa idea.
MOSCÚ – La mayor desilusión de la era poscomunista ha sido la incapacidad de Occidente –de Europa en particular—de construir una relación exitosa con Rusia. La mayoría de los encargados del diseño de políticas y de los expertos esperaban que, después de un período de transición inevitablemente problemático, Rusia establecería una asociación estratégica y económica con Estados Unidos y Europa basada en intereses y valores compartidos. El ritmo del cambio puede ser incierto, pero su dirección no lo es. El enorme triunfo electoral de Vladimir Putin en las elecciones de la Duma de esta semana ha desmentido esa idea.