WINCHESTER – "Sólo los muertos han visto el fin de la guerra". La máxima de George Santayana parece especialmente apropiada en estos días en que el mundo árabe, desde Siria e Irak hasta Yemen y Libia, es una caldera de violencia; en que Afganistán está trabado en un combate con los talibán; en que zonas de África central están maldecidas por una competencia sangrienta -muchas veces de tipo étnica y religiosa- por los recursos minerales. Hasta la tranquilidad de Europa está en riesgo -prueba de ello es el conflicto separatista en el este de Ucrania, que antes del alto el fuego actual se había cobrado más de 6.000 vidas.
WINCHESTER – "Sólo los muertos han visto el fin de la guerra". La máxima de George Santayana parece especialmente apropiada en estos días en que el mundo árabe, desde Siria e Irak hasta Yemen y Libia, es una caldera de violencia; en que Afganistán está trabado en un combate con los talibán; en que zonas de África central están maldecidas por una competencia sangrienta -muchas veces de tipo étnica y religiosa- por los recursos minerales. Hasta la tranquilidad de Europa está en riesgo -prueba de ello es el conflicto separatista en el este de Ucrania, que antes del alto el fuego actual se había cobrado más de 6.000 vidas.