BERLÍN – La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos puede haber acelerado el fin del “siglo norteamericano” y del orden internacional de posguerra liderado por Estados Unidos. Es verdad, el centro de gravedad político y económico del mundo venía trasladándose hacia el este de Asia mucho antes de 2016, y la idea de que China se convierta en una potencia global en el inminente “siglo del Pacífico” tampoco es nueva. Pero las acciones de Trump, junto con las de su contraparte chino, Xi Jinping, han llevado la rivalidad cada vez más filosa entre las superpotencias a una escena central. Desafortunadamente, Europa todavía tiene que ofrecer una respuesta coherente.
BERLÍN – La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos puede haber acelerado el fin del “siglo norteamericano” y del orden internacional de posguerra liderado por Estados Unidos. Es verdad, el centro de gravedad político y económico del mundo venía trasladándose hacia el este de Asia mucho antes de 2016, y la idea de que China se convierta en una potencia global en el inminente “siglo del Pacífico” tampoco es nueva. Pero las acciones de Trump, junto con las de su contraparte chino, Xi Jinping, han llevado la rivalidad cada vez más filosa entre las superpotencias a una escena central. Desafortunadamente, Europa todavía tiene que ofrecer una respuesta coherente.