KIEV – Pese a que las fuerzas armadas de Ucrania están en desventaja numérica frente a las del presidente ruso Vladímir Putin que invaden nuestro país, el creciente apoyo que estamos recibiendo de nuestros amigos en el exterior nos sirve de aliento. Nadie debe olvidar que esto es mucho más que una invasión no provocada a Ucrania: es un asalto al mundo libre.
Putin está en guerra con el mundo libre desde hace décadas. Ordenó el asesinato de exiliados rusos en suelo extranjero, en países democráticos como el Reino Unido. Interfirió en elecciones democráticas, en Estados Unidos y en toda Europa. Él y sus secuaces saquearon Rusia y lavaron el dinero en el extranjero. Ha propagado desinformación en todo el mundo y aplastado el disenso en su país. En 2008 envió fuerzas rusas a Georgia, de la que siguen ocupando grandes áreas. Y más cerca en el tiempo ocupó Bielorrusia, que ahora le sirve de trampolín para su guerra contra Ucrania.
En Ucrania, las fuerzas de Putin han exhibido una crueldad horrorosa, bombardeando bloques de apartamentos, hospitales, escuelas y otras infraestructuras civiles esenciales que son fundamentales para la vida de la población civil urbana. El bombardeo de la Plaza de la Libertad en Járkov y el uso de bombas de racimo en ciudades son ejemplos inequívocos de crímenes de guerra. Las tropas rusas están cometiendo actos de genocidio contra el pueblo ucraniano.
Como las tropas de Putin invadieron sitios delicados donde existe material radioactivo en Chernóbil y Kiev, ahora también se cierne sobre nosotros el riesgo de una catástrofe nuclear. La decisión de Putin, el fin de semana pasado, de colocar las fuerzas nucleares tácticas de Rusia en condición de alerta elevada es otra señal de que no tiene límites.
Cuanto más dure el asalto de Putin a Ucrania, mayor la probabilidad de que otros países deban intervenir más decididamente. No es ningún secreto que el objetivo de Putin va más allá de Ucrania. Quiere repetir la Conferencia de Yalta (1945), en la que los líderes mundiales se dividieron la Europa de posguerra en una esfera de influencia occidental y otra soviética. La semana pasada, la portavoz del Kremlin formuló amenazas directas contra Suecia y Finlandia, dos países que como Ucrania, son europeos pero no miembros de la OTAN.
El mundo libre ha comenzado a darse cuenta de la magnitud de la amenaza que plantea Putin. Durante mucho tiempo la comunidad internacional ha dado respuestas insuficientes y demasiado tarde. Pero con la expulsión de varios bancos rusos del sistema de mensajería financiera SWIFT, el congelamiento de una proporción significativa de las reservas de divisa extranjera de Rusia y la provisión de equipos militares de avanzada, el mundo libre está ayudando a Ucrania a rechazar el ataque de Putin.
Estamos agradecidos con Polonia y otros vecinos occidentales por los esfuerzos que están haciendo para recibir refugiados ucranianos, aunque sabemos ahora que Rusia emplea paracaidistas para aterrorizarlos y cerrar nuestra frontera occidental.
Para resistir a Rusia y salvar a Ucrania, necesitamos más ayuda de inmediato. Para empezar, exhortamos a las potencias occidentales a imponer una zona de exclusión aérea sobre Ucrania con el objetivo de detener el bombardeo aéreo de centros de población civil. En segundo lugar, el resto del mundo debe imponer un embargo gaspetrolero a Rusia, para privarla de su principal fuente de ingresos. En tercer lugar, los gobiernos deben expulsar a los diplomáticos rusos, negar a Rusia permisos de aterrizaje y prohibir todos los canales de medios rusos. Y finalmente, pedimos que se revoque el poder de veto con que cuenta Rusia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y que un tribunal especial para crímenes de guerra investigue a Putin y a otros funcionarios culpables de los crímenes contra la humanidad que se han vuelto elemento corriente de las políticas de Rusia en Ucrania.
El ejército terrorista de Putin podrá infligir daños horrendos a nuestras ciudades, pero jamás tomará el control de Kiev, capital y morada espiritual de nuestra Ucrania. Por más que Putin intente borrar nuestra ciudad del mapa con bombardeos, jamás nos rendiremos.
Mientras escribo desde las afueras de Kiev, políticos ucranianos de todas las vertientes se han unido a dirigentes de la sociedad civil y parlamentarios extranjeros para hacer frente al escandaloso ataque de Putin a nuestro país.
Nuestros valientes soldados y ciudadanos resisten la invasión criminal de Putin en las ciudades y en los bosques de Ucrania, y no cejaremos en el esfuerzo de defendernos. Sabemos que tenemos la verdad y la libertad de nuestro lado. Todos los países libres deben saber que la lucha que Putin nos obliga a dar no es sólo nuestra lucha.
Traducción: Esteban Flamini
KIEV – Pese a que las fuerzas armadas de Ucrania están en desventaja numérica frente a las del presidente ruso Vladímir Putin que invaden nuestro país, el creciente apoyo que estamos recibiendo de nuestros amigos en el exterior nos sirve de aliento. Nadie debe olvidar que esto es mucho más que una invasión no provocada a Ucrania: es un asalto al mundo libre.
Putin está en guerra con el mundo libre desde hace décadas. Ordenó el asesinato de exiliados rusos en suelo extranjero, en países democráticos como el Reino Unido. Interfirió en elecciones democráticas, en Estados Unidos y en toda Europa. Él y sus secuaces saquearon Rusia y lavaron el dinero en el extranjero. Ha propagado desinformación en todo el mundo y aplastado el disenso en su país. En 2008 envió fuerzas rusas a Georgia, de la que siguen ocupando grandes áreas. Y más cerca en el tiempo ocupó Bielorrusia, que ahora le sirve de trampolín para su guerra contra Ucrania.
En Ucrania, las fuerzas de Putin han exhibido una crueldad horrorosa, bombardeando bloques de apartamentos, hospitales, escuelas y otras infraestructuras civiles esenciales que son fundamentales para la vida de la población civil urbana. El bombardeo de la Plaza de la Libertad en Járkov y el uso de bombas de racimo en ciudades son ejemplos inequívocos de crímenes de guerra. Las tropas rusas están cometiendo actos de genocidio contra el pueblo ucraniano.
Como las tropas de Putin invadieron sitios delicados donde existe material radioactivo en Chernóbil y Kiev, ahora también se cierne sobre nosotros el riesgo de una catástrofe nuclear. La decisión de Putin, el fin de semana pasado, de colocar las fuerzas nucleares tácticas de Rusia en condición de alerta elevada es otra señal de que no tiene límites.
Cuanto más dure el asalto de Putin a Ucrania, mayor la probabilidad de que otros países deban intervenir más decididamente. No es ningún secreto que el objetivo de Putin va más allá de Ucrania. Quiere repetir la Conferencia de Yalta (1945), en la que los líderes mundiales se dividieron la Europa de posguerra en una esfera de influencia occidental y otra soviética. La semana pasada, la portavoz del Kremlin formuló amenazas directas contra Suecia y Finlandia, dos países que como Ucrania, son europeos pero no miembros de la OTAN.
El mundo libre ha comenzado a darse cuenta de la magnitud de la amenaza que plantea Putin. Durante mucho tiempo la comunidad internacional ha dado respuestas insuficientes y demasiado tarde. Pero con la expulsión de varios bancos rusos del sistema de mensajería financiera SWIFT, el congelamiento de una proporción significativa de las reservas de divisa extranjera de Rusia y la provisión de equipos militares de avanzada, el mundo libre está ayudando a Ucrania a rechazar el ataque de Putin.
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Estamos agradecidos con Polonia y otros vecinos occidentales por los esfuerzos que están haciendo para recibir refugiados ucranianos, aunque sabemos ahora que Rusia emplea paracaidistas para aterrorizarlos y cerrar nuestra frontera occidental.
Para resistir a Rusia y salvar a Ucrania, necesitamos más ayuda de inmediato. Para empezar, exhortamos a las potencias occidentales a imponer una zona de exclusión aérea sobre Ucrania con el objetivo de detener el bombardeo aéreo de centros de población civil. En segundo lugar, el resto del mundo debe imponer un embargo gaspetrolero a Rusia, para privarla de su principal fuente de ingresos. En tercer lugar, los gobiernos deben expulsar a los diplomáticos rusos, negar a Rusia permisos de aterrizaje y prohibir todos los canales de medios rusos. Y finalmente, pedimos que se revoque el poder de veto con que cuenta Rusia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y que un tribunal especial para crímenes de guerra investigue a Putin y a otros funcionarios culpables de los crímenes contra la humanidad que se han vuelto elemento corriente de las políticas de Rusia en Ucrania.
El ejército terrorista de Putin podrá infligir daños horrendos a nuestras ciudades, pero jamás tomará el control de Kiev, capital y morada espiritual de nuestra Ucrania. Por más que Putin intente borrar nuestra ciudad del mapa con bombardeos, jamás nos rendiremos.
Mientras escribo desde las afueras de Kiev, políticos ucranianos de todas las vertientes se han unido a dirigentes de la sociedad civil y parlamentarios extranjeros para hacer frente al escandaloso ataque de Putin a nuestro país.
Nuestros valientes soldados y ciudadanos resisten la invasión criminal de Putin en las ciudades y en los bosques de Ucrania, y no cejaremos en el esfuerzo de defendernos. Sabemos que tenemos la verdad y la libertad de nuestro lado. Todos los países libres deben saber que la lucha que Putin nos obliga a dar no es sólo nuestra lucha.
Traducción: Esteban Flamini