MADRID – Ya no cabe la menor duda: Occidente está en crisis. Es cierto que el concepto de “Occidente” siempre ha sido algo difuso y que, históricamente, los países llamados “occidentales” han presentado grados considerables de heterogeneidad en sus respectivas políticas exteriores (recordemos, por ejemplo, las enormes discrepancias que suscitó la Guerra de Irak). Pero no es menos cierto que existen múltiples pilares ideológicos sobre los que se sustenta dicho concepto; unos pilares que, durante la presidencia de Donald Trump, se han ido resquebrajando. Las acusaciones plagadas de falsedades por parte de Trump y de sus correligionarios —“no podemos dejar que nuestros amigos […] se aprovechen de nosotros”, repiten incesantemente— están haciendo mucha mella.
MADRID – Ya no cabe la menor duda: Occidente está en crisis. Es cierto que el concepto de “Occidente” siempre ha sido algo difuso y que, históricamente, los países llamados “occidentales” han presentado grados considerables de heterogeneidad en sus respectivas políticas exteriores (recordemos, por ejemplo, las enormes discrepancias que suscitó la Guerra de Irak). Pero no es menos cierto que existen múltiples pilares ideológicos sobre los que se sustenta dicho concepto; unos pilares que, durante la presidencia de Donald Trump, se han ido resquebrajando. Las acusaciones plagadas de falsedades por parte de Trump y de sus correligionarios —“no podemos dejar que nuestros amigos […] se aprovechen de nosotros”, repiten incesantemente— están haciendo mucha mella.