MOSCÚ – La elección presidencial de 2020 en EE. UU. pone en tela de juicio —de hecho, debiera despejar completamente cualquier duda al respecto— la noción popular de que el presidente Donald Trump es un lacayo del presidente ruso Vladímir Putin. Incluso si Trump pierde, su desempeño —recibió millones de votos más que en 2016— sugiere que él es el maestro de la propaganda y Putin debiera tomar nota. De hecho, la campaña de mentiras de Trump bien podría ser el nuevo modelo a través del que las democracias deterioradas (y las autocracias que se hacen pasar por democracias) eligen a sus líderes en el siglo XXI.
MOSCÚ – La elección presidencial de 2020 en EE. UU. pone en tela de juicio —de hecho, debiera despejar completamente cualquier duda al respecto— la noción popular de que el presidente Donald Trump es un lacayo del presidente ruso Vladímir Putin. Incluso si Trump pierde, su desempeño —recibió millones de votos más que en 2016— sugiere que él es el maestro de la propaganda y Putin debiera tomar nota. De hecho, la campaña de mentiras de Trump bien podría ser el nuevo modelo a través del que las democracias deterioradas (y las autocracias que se hacen pasar por democracias) eligen a sus líderes en el siglo XXI.