NUEVA YORK – La virulencia de la elección presidencial de 2020 en Estados Unidos no es por Donald Trump en sí, sino por lo que representa: estructuras de poder racistas que perduran hace siglos, aunque a veces hayan cambiado de forma. La larga historia del racismo institucionalizado estadounidense no sobrevivirá a la próxima generación; por eso Trump es tan asombrosamente reaccionario en sus intentos de prolongarla. Pero si llegara a obtener un segundo mandato, su vertiente de nacionalismo blanco todavía puede hacerle mucho daño a Estados Unidos y al mundo; de allí que esta elección sea, con diferencia, la más importante en la historia moderna del país.
NUEVA YORK – La virulencia de la elección presidencial de 2020 en Estados Unidos no es por Donald Trump en sí, sino por lo que representa: estructuras de poder racistas que perduran hace siglos, aunque a veces hayan cambiado de forma. La larga historia del racismo institucionalizado estadounidense no sobrevivirá a la próxima generación; por eso Trump es tan asombrosamente reaccionario en sus intentos de prolongarla. Pero si llegara a obtener un segundo mandato, su vertiente de nacionalismo blanco todavía puede hacerle mucho daño a Estados Unidos y al mundo; de allí que esta elección sea, con diferencia, la más importante en la historia moderna del país.