BEIJING – La elección de Donald Trump ha sido recibida en todo el mundo con un desconcierto y un miedo justificables. Su victoria -luego de una campaña electoral viciosa y carente de datos- puso por el suelo la marca de la democracia norteamericana. Pero, si bien Trump es impulsivo y ocasionalmente vengativo -una mezcla potencialmente fatal en un mundo ya frágil-, su elección debería ser un incentivo para cuestionar ideas fallidas y avanzar más allá de una dependencia excesiva del liderazgo global inevitablemente imperfecto de Estados Unidos.
BEIJING – La elección de Donald Trump ha sido recibida en todo el mundo con un desconcierto y un miedo justificables. Su victoria -luego de una campaña electoral viciosa y carente de datos- puso por el suelo la marca de la democracia norteamericana. Pero, si bien Trump es impulsivo y ocasionalmente vengativo -una mezcla potencialmente fatal en un mundo ya frágil-, su elección debería ser un incentivo para cuestionar ideas fallidas y avanzar más allá de una dependencia excesiva del liderazgo global inevitablemente imperfecto de Estados Unidos.