TEL AVIV – El presidente norteamericano, Donald Trump, dice que él es “el elegido” y muchos de sus seguidores evangélicos coinciden. Pero allí de pie, Biblia en mano, frente a la histórica Iglesia Episcopal de San Juan en Washington, después de que la policía utilizara escudos antidisturbios y gas lacrimógeno para despejar la zona de manifestantes pacíficos, Trump tenía más en común con el burro de Jesús que con un salvador. Lejos de liberar a una civilización caída, Trump está empujando a una sociedad a su punto de inflexión, creando precisamente el tipo de caos que muchos de sus seguidores evangélicos creen que precederá –y requerirá- la llegada de un mesías.
TEL AVIV – El presidente norteamericano, Donald Trump, dice que él es “el elegido” y muchos de sus seguidores evangélicos coinciden. Pero allí de pie, Biblia en mano, frente a la histórica Iglesia Episcopal de San Juan en Washington, después de que la policía utilizara escudos antidisturbios y gas lacrimógeno para despejar la zona de manifestantes pacíficos, Trump tenía más en común con el burro de Jesús que con un salvador. Lejos de liberar a una civilización caída, Trump está empujando a una sociedad a su punto de inflexión, creando precisamente el tipo de caos que muchos de sus seguidores evangélicos creen que precederá –y requerirá- la llegada de un mesías.