2008 será el año de China. Los Juegos Olímpicos -organizados sin duda a la perfección, sin que haya a la vista manifestantes, personas sin hogar, disidentes religiosos ni otros aguafiestas- probablemente apuntalarán el prestigio global de China. Mientras la economía estadounidense se ve arrastrada a un pantano de deudas hipotecarias impagas, China proseguirá con su auge económico. Vibrantes edificios nuevos, diseñados por los arquitectos más famosos del mundo, harán que Beijing y Shangai luzcan como modelos de la modernidad del siglo veintiuno. Más chinos aparecerán en el listado de las personas más ricas del mundo, y en las subastas internacionales de arte los artistas chinos alcanzarán precios con los que otros sólo pueden soñar.
2008 será el año de China. Los Juegos Olímpicos -organizados sin duda a la perfección, sin que haya a la vista manifestantes, personas sin hogar, disidentes religiosos ni otros aguafiestas- probablemente apuntalarán el prestigio global de China. Mientras la economía estadounidense se ve arrastrada a un pantano de deudas hipotecarias impagas, China proseguirá con su auge económico. Vibrantes edificios nuevos, diseñados por los arquitectos más famosos del mundo, harán que Beijing y Shangai luzcan como modelos de la modernidad del siglo veintiuno. Más chinos aparecerán en el listado de las personas más ricas del mundo, y en las subastas internacionales de arte los artistas chinos alcanzarán precios con los que otros sólo pueden soñar.