Los atroces ataques en contra de los santuarios chiítas en Karbala no podrán cambiar ni opacar un nuevo hecho de la vida en el Medio Oriente. Ahora que el polvo de la Guerra de Irak ya se ha asentado, resulta claro que los chiítas han surgido como los ganadores inesperados. Los gobiernos que han oprimido a los chiítas durante décadas tal vez se nieguen a aceptarlo, pero los terroristas que detonaron las bombas no. Reconocen, al igual que los chiítas mismos que, a lo largo del Golfo, están obteniendo un enorme poder político, y han cobrado conciencia tanto de su capacidad de organización como del don que literalmente tienen bajo sus pies: el petróleo.
Los atroces ataques en contra de los santuarios chiítas en Karbala no podrán cambiar ni opacar un nuevo hecho de la vida en el Medio Oriente. Ahora que el polvo de la Guerra de Irak ya se ha asentado, resulta claro que los chiítas han surgido como los ganadores inesperados. Los gobiernos que han oprimido a los chiítas durante décadas tal vez se nieguen a aceptarlo, pero los terroristas que detonaron las bombas no. Reconocen, al igual que los chiítas mismos que, a lo largo del Golfo, están obteniendo un enorme poder político, y han cobrado conciencia tanto de su capacidad de organización como del don que literalmente tienen bajo sus pies: el petróleo.