No debe sorprender que la gira por Europa del presidente Bush haya sido recibida con protestas desde Berlín hasta Roma. Lo sorprendente es que, dadas las diferencias que actualmente están surgiendo entre los EU y sus aliados (la palabra cisma puede no ser inapropiada), los encuentros de Bush con los líderes europeos hayan transcurrido sin ningún problema. Esas diferencias no son sólo sobre Israel, o las tarifas a las importaciones de acero de la UE, o la posibilidad de que los tribunales estadounidenses impongan la pena de muerte a presuntos terroristas que tengan pasaportes europeos, sino que cada vez más encarnan una visión fundamentalmente distinta sobre la manera en la que el mundo debe funcionar.
No debe sorprender que la gira por Europa del presidente Bush haya sido recibida con protestas desde Berlín hasta Roma. Lo sorprendente es que, dadas las diferencias que actualmente están surgiendo entre los EU y sus aliados (la palabra cisma puede no ser inapropiada), los encuentros de Bush con los líderes europeos hayan transcurrido sin ningún problema. Esas diferencias no son sólo sobre Israel, o las tarifas a las importaciones de acero de la UE, o la posibilidad de que los tribunales estadounidenses impongan la pena de muerte a presuntos terroristas que tengan pasaportes europeos, sino que cada vez más encarnan una visión fundamentalmente distinta sobre la manera en la que el mundo debe funcionar.