WASHINGTON, DC – El mundo tendrá que tomar una decisión importante en 2010 sobre si va apoyar la idea que planteó Anatoly Perminov, director de la Agencia Espacial rusa, Roscosmos, de lanzar una misión no tripulada para redirigir un gran asteroide que podría hacer colisión con la Tierra después de 2030.
Con más de 360 metros de diámetro, el asteroide, Apophis, es doce veces más grande que el objeto del espacio, Tunguska, (presumiblemente un meteorito o cometa) que devastó una gran parte de Siberia Oriental hace cien años. Por lo que se puede determinar, ese objeto estalló el 30 de junio de 1908, con el poder de un arma nuclear, arrancando 80 millones de árboles en un área de 2000 kilómetros cuadrados.
De acuerdo con la NASA, si Apophis choca con la Tierra podría liberar más de 100 mil veces la energía liberada por el evento Tunguska. Miles de kilómetros cuadrados podrían vaporizarse con la explosión, pero toda la Tierra sufriría la falta de luz solar y otros efectos del polvo levantado en la atmósfera. Este peligro explica por qué un analista ruso ha llamado a Apophis el “terrorista del espacio.”
Las proyecciones actuales indican que
Apophis, descubierto en 2004, orbitará en varias ocasiones cerca de la Tierra entre 2029 y 2036. En octubre de 2009, los encargados de rastrear los objetos cercanos a la Tierra (NEO por sus siglas en inglés), Steve Chesley y Paul Chodas del laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA con sede en Pasadena, California, establecieron la probabilidad de que Apophis choque con la Tierra en 2036 en alrededor 1 en 233.000, lo cual es inferior a estimaciones previas.
No obstante, su pronóstico de que llegaría en 2029 en un área de 30.000 kilómetros de nuestro planeta
(más cerca que algunos satélites de comunicaciones geoestacionarios, y también de la Luna) es más probable que guste a los astrónomos que a los expertos en seguridad internacional. Un cometa desconocido u otro objeto del espacio podría volar lo suficientemente cerca del asteroide en las siguientes décadas como para cambiar su trayectoria prevista, tal vez de una forma que lo redirija hacia la Tierra.
De acuerdo con Perminov, las propuestas que está considerando Roscosmos no prevén intentar destruir al asteroide, sino usar las leyes de la física para cambiar su trayectoria. Señala que si la dirección de Roscosmos decide actuar, trabajaría con expertos de Europa, los Estados Unidos, China y otras potencias espaciales para decidir la mejor forma de proceder.
Los científicos han propuesto varias formas de desviar un asteroide fuera de la Tierra. Algunos han sugerido colocar un objeto grande cercano para cambiar su trayectoria a través de la atracción gravitacional mutua. Otro método consiste en usar espejos, luz o pinturas de colores para cambiar la manera en que el asteroide absorbe el calor, lo cual también cambiaría su dirección. Si sujetan “velas solares” a un asteroide, éstas podrían hacer que las partículas del Sol dirigieran al asteroide hacia otra trayectoria. Otros han planteado colisionar una nave espacial u otro objeto con el asteroide para cambiar su inercia.
Algunos científicos, y muchos escritores de ciencia ficción, también han especulado sobre el uso de armas nucleares para destruir o dañar un asteroide, un cometa, un meteoro o una nave espacial extraterrestre que se dirija a la Tierra. El Tratado sobre el Espacio Exterior prohíbe poner armas nucleares en órbita, en los cuerpos celestes, o estacionarlos en el espacio exterior de alguna otra manera, aunque puede ser interpretado para permitir su uso por una sola vez. También podría ser modificado, o los Estados que “ataquen" al asteroide podrían retirarse del acuerdo mediante un preaviso de un año.
El problema de tipo más práctico es que incluso una explosión nuclear podría no tener la suficiente potencia. Aunque la ojiva nuclear rompa el asteroide en muchos pedazos pequeños, éstos podrían tener el tiempo de recombinarse en otro objeto de gran tamaño. Además, el vehículo espacial que lleve el arma podría tener fallas y la ojiva nuclear podría caer (y tal vez estallar) en algún lugar de la Tierra.
El método más seguro podría ser la prueba de diversas técnicas sobre los asteroides cercanos antes de usarlas para destruir Apophis cuando se acerque a la Tierra. Por desgracia, se estima que costaría miles de millones de dólares “atacar” un asteroide, en especial porque es probable que se requieran
lanzamientos espaciales múltiples para garantizar que el número de sondas requeridas podrían completar la misión.
Ello plantea la cuestión de quién debería pagar por dicha misión y, principalmente, quién puede autorizarla. Estas cuestiones de la gobernanza global también aplican a otras amenazas mundiales, como el cambio climático, que pone en riesgo la supervivencia de la humanidad.
En 2008, un informe de expertos espaciales instó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a tomar una decisión final sobre la forma de contrarrestar amenazas potenciales de los objetos cercanos a la Tierra. Normalmente, el Consejo de Seguridad vota sobre asuntos que amenazan la paz y seguridad internacionales, pero este método permitiría que sólo unos cuantos gobiernos decidan sobre el destino de la Tierra. Perminov, igualmente parece sugerir que sólo los países con amplios y existentes programas espaciales podrían participar en la decisión acerca de Apophis.
Dado que la colisión de un asteroide podría, al igual que el cambio climático global, afectar a toda la humanidad, ¿no deberían participar todos en la decisión? Tal vez todos los países deberían votar en la Asamblea General de las Naciones Unidas la forma de proceder; ganaría la opción que reciba el mayor número de votos –con un posible requisito de un número mínimo de votos, como exigir que una de las alternativas gane la mayoría o un número superior de votos. Otra opción sería permitir a todos los adultos votar directamente en un referéndum global por su opción preferida.
Surgiría una cuestión interesante si algunos países quisieran actuar, pero otros no. ¿Acaso Rusia o una coalición de países dispuestos a actuar tienen derecho a intentar cambiar la órbita de Apophis sin el consentimiento de otros Estados? ¿Cuáles son los derechos y obligaciones de los científicos y los gobiernos que consideran que los riesgos son más graves que sus homólogos en otros países? ¿Sólo pueden actuar si hay unanimidad?
La propuesta de Perminov ha planteado cuestiones importantes –tanto científicas como políticas. Cualquiera que sea el riesgo que suponga Apophis, haremos bien en empezar a abordar dichas cuestiones.
WASHINGTON, DC – El mundo tendrá que tomar una decisión importante en 2010 sobre si va apoyar la idea que planteó Anatoly Perminov, director de la Agencia Espacial rusa, Roscosmos, de lanzar una misión no tripulada para redirigir un gran asteroide que podría hacer colisión con la Tierra después de 2030.
Con más de 360 metros de diámetro, el asteroide, Apophis, es doce veces más grande que el objeto del espacio, Tunguska, (presumiblemente un meteorito o cometa) que devastó una gran parte de Siberia Oriental hace cien años. Por lo que se puede determinar, ese objeto estalló el 30 de junio de 1908, con el poder de un arma nuclear, arrancando 80 millones de árboles en un área de 2000 kilómetros cuadrados.
De acuerdo con la NASA, si Apophis choca con la Tierra podría liberar más de 100 mil veces la energía liberada por el evento Tunguska. Miles de kilómetros cuadrados podrían vaporizarse con la explosión, pero toda la Tierra sufriría la falta de luz solar y otros efectos del polvo levantado en la atmósfera. Este peligro explica por qué un analista ruso ha llamado a Apophis el “terrorista del espacio.”
Las proyecciones actuales indican que Apophis, descubierto en 2004, orbitará en varias ocasiones cerca de la Tierra entre 2029 y 2036. En octubre de 2009, los encargados de rastrear los objetos cercanos a la Tierra (NEO por sus siglas en inglés), Steve Chesley y Paul Chodas del laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA con sede en Pasadena, California, establecieron la probabilidad de que Apophis choque con la Tierra en 2036 en alrededor 1 en 233.000, lo cual es inferior a estimaciones previas.
No obstante, su pronóstico de que llegaría en 2029 en un área de 30.000 kilómetros de nuestro planeta (más cerca que algunos satélites de comunicaciones geoestacionarios, y también de la Luna) es más probable que guste a los astrónomos que a los expertos en seguridad internacional. Un cometa desconocido u otro objeto del espacio podría volar lo suficientemente cerca del asteroide en las siguientes décadas como para cambiar su trayectoria prevista, tal vez de una forma que lo redirija hacia la Tierra.
De acuerdo con Perminov, las propuestas que está considerando Roscosmos no prevén intentar destruir al asteroide, sino usar las leyes de la física para cambiar su trayectoria. Señala que si la dirección de Roscosmos decide actuar, trabajaría con expertos de Europa, los Estados Unidos, China y otras potencias espaciales para decidir la mejor forma de proceder.
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Los científicos han propuesto varias formas de desviar un asteroide fuera de la Tierra. Algunos han sugerido colocar un objeto grande cercano para cambiar su trayectoria a través de la atracción gravitacional mutua. Otro método consiste en usar espejos, luz o pinturas de colores para cambiar la manera en que el asteroide absorbe el calor, lo cual también cambiaría su dirección. Si sujetan “velas solares” a un asteroide, éstas podrían hacer que las partículas del Sol dirigieran al asteroide hacia otra trayectoria. Otros han planteado colisionar una nave espacial u otro objeto con el asteroide para cambiar su inercia.
Algunos científicos, y muchos escritores de ciencia ficción, también han especulado sobre el uso de armas nucleares para destruir o dañar un asteroide, un cometa, un meteoro o una nave espacial extraterrestre que se dirija a la Tierra. El Tratado sobre el Espacio Exterior prohíbe poner armas nucleares en órbita, en los cuerpos celestes, o estacionarlos en el espacio exterior de alguna otra manera, aunque puede ser interpretado para permitir su uso por una sola vez. También podría ser modificado, o los Estados que “ataquen" al asteroide podrían retirarse del acuerdo mediante un preaviso de un año.
El problema de tipo más práctico es que incluso una explosión nuclear podría no tener la suficiente potencia. Aunque la ojiva nuclear rompa el asteroide en muchos pedazos pequeños, éstos podrían tener el tiempo de recombinarse en otro objeto de gran tamaño. Además, el vehículo espacial que lleve el arma podría tener fallas y la ojiva nuclear podría caer (y tal vez estallar) en algún lugar de la Tierra.
El método más seguro podría ser la prueba de diversas técnicas sobre los asteroides cercanos antes de usarlas para destruir Apophis cuando se acerque a la Tierra. Por desgracia, se estima que costaría miles de millones de dólares “atacar” un asteroide, en especial porque es probable que se requieran lanzamientos espaciales múltiples para garantizar que el número de sondas requeridas podrían completar la misión.
Ello plantea la cuestión de quién debería pagar por dicha misión y, principalmente, quién puede autorizarla. Estas cuestiones de la gobernanza global también aplican a otras amenazas mundiales, como el cambio climático, que pone en riesgo la supervivencia de la humanidad.
En 2008, un informe de expertos espaciales instó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a tomar una decisión final sobre la forma de contrarrestar amenazas potenciales de los objetos cercanos a la Tierra. Normalmente, el Consejo de Seguridad vota sobre asuntos que amenazan la paz y seguridad internacionales, pero este método permitiría que sólo unos cuantos gobiernos decidan sobre el destino de la Tierra. Perminov, igualmente parece sugerir que sólo los países con amplios y existentes programas espaciales podrían participar en la decisión acerca de Apophis.
Dado que la colisión de un asteroide podría, al igual que el cambio climático global, afectar a toda la humanidad, ¿no deberían participar todos en la decisión? Tal vez todos los países deberían votar en la Asamblea General de las Naciones Unidas la forma de proceder; ganaría la opción que reciba el mayor número de votos –con un posible requisito de un número mínimo de votos, como exigir que una de las alternativas gane la mayoría o un número superior de votos. Otra opción sería permitir a todos los adultos votar directamente en un referéndum global por su opción preferida.
Surgiría una cuestión interesante si algunos países quisieran actuar, pero otros no. ¿Acaso Rusia o una coalición de países dispuestos a actuar tienen derecho a intentar cambiar la órbita de Apophis sin el consentimiento de otros Estados? ¿Cuáles son los derechos y obligaciones de los científicos y los gobiernos que consideran que los riesgos son más graves que sus homólogos en otros países? ¿Sólo pueden actuar si hay unanimidad?
La propuesta de Perminov ha planteado cuestiones importantes –tanto científicas como políticas. Cualquiera que sea el riesgo que suponga Apophis, haremos bien en empezar a abordar dichas cuestiones.