BRUSELAS – Para muchas personas en Occidente, China parece haber pasado de un país que “mantiene la cabeza fría y un perfil un bajo”, según las palabras de Deng Xiaoping, a uno quegusta de crear disputas internacionales. Encarcelar durante diez años a un ejecutivo minero australiano, echar a Google, mantener alejada a la Unión Europea para un importante diálogo y permitir que un funcionario de medio rango reprendiera al presidente estadounidense, Barack Obama, en la cumbre de Copenhague sobre el clima, no es, después de todo, la mejor forma de convencer a los socios de que se tienen intenciones constructivas.
BRUSELAS – Para muchas personas en Occidente, China parece haber pasado de un país que “mantiene la cabeza fría y un perfil un bajo”, según las palabras de Deng Xiaoping, a uno que gusta de crear disputas internacionales. Encarcelar durante diez años a un ejecutivo minero australiano, echar a Google, mantener alejada a la Unión Europea para un importante diálogo y permitir que un funcionario de medio rango reprendiera al presidente estadounidense, Barack Obama, en la cumbre de Copenhague sobre el clima, no es, después de todo, la mejor forma de convencer a los socios de que se tienen intenciones constructivas.