Cuando Tony Blair, tras haber retrasado su marcha casi hasta la irracionalidad, ceda por fin su cargo de Primer Ministro este mes, será para alivio general no sólo del público británico en conjunto, sino también de una mayoría abrumadora de su propio partido. Después de tres legislaturas en el cargo, no podía ser de otro modo. Pese al tópico, el poder sí que corrompe y la última época de Blair, como la de Margaret Thatcher antes que él, ha constituido un espectáculo sórdido.
Cuando Tony Blair, tras haber retrasado su marcha casi hasta la irracionalidad, ceda por fin su cargo de Primer Ministro este mes, será para alivio general no sólo del público británico en conjunto, sino también de una mayoría abrumadora de su propio partido. Después de tres legislaturas en el cargo, no podía ser de otro modo. Pese al tópico, el poder sí que corrompe y la última época de Blair, como la de Margaret Thatcher antes que él, ha constituido un espectáculo sórdido.