BERKELEY – A fines de 2008, cuando la crisis financiera estalló con toda su fuerza, los países del mundo se dividieron en dos grupos: aquellos cuyos líderes decidieron arreglárselas a duras penas y China. Sólo los chinos se tomaron en serio el argumento de Milton Friedman y de John Maynard Keynes de que, cuando uno se enfrenta a la posibilidad de una depresión, lo primero que tiene que hacer es lograr que el gobierno intervenga estratégicamente en los mercados financieros y de productos para mantener el flujo de demanda agregada.
BERKELEY – A fines de 2008, cuando la crisis financiera estalló con toda su fuerza, los países del mundo se dividieron en dos grupos: aquellos cuyos líderes decidieron arreglárselas a duras penas y China. Sólo los chinos se tomaron en serio el argumento de Milton Friedman y de John Maynard Keynes de que, cuando uno se enfrenta a la posibilidad de una depresión, lo primero que tiene que hacer es lograr que el gobierno intervenga estratégicamente en los mercados financieros y de productos para mantener el flujo de demanda agregada.