La paradoja verde

Los manifestantes han regresado a sus respectivos países, los heridos están atendiendo sus lesiones, los jefes de Estado han reanudado sus actividades habituales, y Heiligendamm, el viejo balneario ubicado en la costa báltica de Alemania está retomando su sueño de belleza imperial. Y la Canciller Angela Merkel alcanzó un logro diplomático sustancial. Con encanto y claridad mental sin pretensiones forjó un arreglo entre los países del G8 que podría ayudar a salvar al mundo de las devastaciones más severas causadas por el calentamiento global. Los ocho países más ricos del mundo prometieron “considerar seriamente” reducir a la mitad sus emisiones de bióxido de carbono para 2050.

El texto puede parecer vago pero, dadas las posturas que los países mantenían en un principio, el resultado es un logro importante. Estados Unidos en particular cambió su postura significativamente desde su rechazo al Protocolo de Kyoto, e incluso aceptó que las Naciones Unidas tendrán que organizar las negociaciones futuras.

Pero, aunque el arreglo es más de lo que se podría haber esperado al comienzo, varios países importantes no tomaron parte en él. Ciertamente, China, la India, Brasil, Sudáfrica y México lo firmaron, pero muchos países, incluyendo los tigres asiáticos y la mayoría de los países europeos no, a pesar de su importante contribución a la contaminación de la atmósfera.

Además, los jeques del petróleo y otros productores de combustibles fósiles, que en última instancia controlan la cantidad de carbono que se emite a la atmósfera, no participaron en el acuerdo. Si los principales países consumidores y la mayoría de los productores no suscriben el acuerdo para reducir las emisiones de bióxido de carbono, podría resultar inútil.

Muchos creen que las emisiones agregadas de bióxido de carbono son el resultado de las decisiones independientes de cada país. Así, si un grupo de países decide emitir menos, las emisiones a nivel mundial disminuirán en una cantidad equivalente a las reducciones de esos países. Naturalmente sería mejor que todos los países recortaran sus emisiones, pero ya es de gran ayuda que al menos algunos países lo hagan.

Desafortunadamente esta visión es demasiado buena para ser real porque las emisiones de un país no son independientes de las de otros. Si los países deciden disminuir sus emisiones, tendrán que disminuir su consumo de combustibles fósiles, en particular de petróleo. Ello reducirá el precio mundial de esos combustibles ocasionando que otros países consuman todavía más de lo que habrían consumido. Los países que recortaran sus emisiones estarían subvencionando en efecto el crecimiento de sus competidores sin reducir necesariamente la velocidad del calentamiento global.

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Los sacrificios de los países participantes mitigarían el problema del CO2 solamente si su moderación significara que algunos de los recursos fósiles que no consumieran se quedarían bajo tierra. Deben lograr inducir a los jeques del petróleo y a otros productores de combustibles fósiles a que moderen sus extracciones. Si los jeques se obstinan y siguen extrayendo lo que tenían planeado antes de la moderación del G8, el precio de los combustibles caerá lo suficiente como para generar un consumo adicional tan grande entre los países no participantes que el efecto neto sobre las emisiones agregadas de bióxido de carbono será nulo.

¿ Reducirán los jeques del petróleo su producción de combustibles fósiles? A primera vista, parece natural suponerlo, ya que la mayoría de los proveedores reducen la producción cuando los precios caen. Pero los jeques tienen reservas fijas de petróleo. Si no lo extraen hoy, tendrán que hacerlo en el futuro si es que quieren obtener ganancias. A lo mucho, parece que el calendario de las extracciones podría posponerse. Esto no resolvería el problema del bióxido de carbono a largo plazo, pero al menos se postergaría la catástrofe.

Es probable que los jeques del petróleo sólo estarían dispuestos a aplazar las extracciones si pudieran suponer razonablemente que las reducciones de la demanda de los países firmantes y la disminución del precio relativo que esto implica serían más fuertes actualmente de lo que serían en el futuro. Esto no es verosímil. En efecto, los jeques sabrán que, con toda probabilidad, las preocupaciones por el calentamiento global aumentarán con el paso del tiempo. Por lo tanto, van a acelerar, más que reducir, la producción para evitar vender su petróleo cuando la inquietud por el bióxido de carbono llegue a su punto más alto y las medidas artificiales de los países signatarios para disminuir su consumo hayan debilitado al máximo el precio del petróleo. Así, las políticas verdes paradójicamente van a acelerar más que mitigar el calentamiento global.

Se desprenden dos lecciones de estas reflexiones. Primero, todos los que contaminan deben sentarse a la mesa de negociación y se les debe obligar o convencer para que participen en la reducción de la contaminación. Los compromisos de países individuales como Alemania para llevar a cabo más de lo que les corresponde son inútiles. De 1990 a 2008-2012 Alemania ya contribuyó con tres cuartas partes de las reducciones agregadas de bióxido de carbono a las que se comprometió la UE en el Protocolo de Kyoto. Tal política sencillamente subvenciona las emisiones de CO2 de otros países contaminantes pero no mitiga el problema del calentamiento global.

Segundo, y más difícil, hay que convencer a los jeques del petróleo y otros productores de combustibles fósiles de que pospongan sus planes de extracción o, mejor aún, que no extraigan algunos de sus recursos en absoluto. La mejor política en contra del calentamiento global es mantener el CO2 dentro de los recursos fósiles bajo tierra.

Las buenas noticias de Heiligendamm son que las Naciones Unidas ahora tendrán que organizar una solución común. Las malas noticias son que es improbable que eso suceda en el futuro previsible y que los propietarios de los recursos naturales por lo tanto harán todo lo que puedan para extraer sus recursos y así sacar el carbono fósil hacia la atmósfera antes de que las Naciones Unidas encuentren la solución a este impasse.

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