MOSCU – Pocas personas, mucho menos Vladimir Putin, que planea regresar a la presidencia de Rusia el 4 de marzo, podrían haber imaginado en diciembre del año pasado que decenas de miles de rusos, por primera vez en 20 años, se despertarían y saldrían a las calles a protestar contra el gobierno. A diferencia de las rebeliones de la Primavera Árabe, la fuerza impulsora detrás de las marchas actuales no son los pobres y los desaventajados de Rusia, sino más bien la creciente clase media urbana del país. Es una diferencia importante ya que, históricamente, las transiciones democráticas exitosas casi siempre requirieron de una clase media políticamente movilizada.
MOSCU – Pocas personas, mucho menos Vladimir Putin, que planea regresar a la presidencia de Rusia el 4 de marzo, podrían haber imaginado en diciembre del año pasado que decenas de miles de rusos, por primera vez en 20 años, se despertarían y saldrían a las calles a protestar contra el gobierno. A diferencia de las rebeliones de la Primavera Árabe, la fuerza impulsora detrás de las marchas actuales no son los pobres y los desaventajados de Rusia, sino más bien la creciente clase media urbana del país. Es una diferencia importante ya que, históricamente, las transiciones democráticas exitosas casi siempre requirieron de una clase media políticamente movilizada.