Las esperanzas de una ronda de desarrollo en el comercio mundial –que abriera oportunidades para que los países en desarrollo crecieran y redujeran la pobreza- hoy parecen haberse desvanecido. Si bien se pueden derramar lágrimas de cocodrilo, es necesario calibrar la magnitud de la desilusión: durante mucho tiempo, Pascal Lamy, titular de la Organización Mundial de Comercio, se había esforzado por achicar las expectativas, a tal punto que resultaba claro que cualquiera fuera el resultado, en el mejor de los casos, implicaría beneficios limitados para los países pobres.
Las esperanzas de una ronda de desarrollo en el comercio mundial –que abriera oportunidades para que los países en desarrollo crecieran y redujeran la pobreza- hoy parecen haberse desvanecido. Si bien se pueden derramar lágrimas de cocodrilo, es necesario calibrar la magnitud de la desilusión: durante mucho tiempo, Pascal Lamy, titular de la Organización Mundial de Comercio, se había esforzado por achicar las expectativas, a tal punto que resultaba claro que cualquiera fuera el resultado, en el mejor de los casos, implicaría beneficios limitados para los países pobres.