Los americanos han puesto fin una vez más a una temporada de campaña presidencial en la que la calidad del debate sobre la política económica ha sido abismal. En el bando republicano, gacetilleros, maestros del efectismo y mucha gente que debería haber demostrado mayores conocimientos experimentaron de repente un interés extraordinario por algo llamado “Encuesta de los hogares sobre el empleo” como supuesto indicador, mes tras mes, de los cambios en el mercado laboral. Esa encuesta no fue concebida para eso, pero ofrecía el más favorable barniz para la espantosa ejecutoria del gobierno Bush en materia de empleo.
Los americanos han puesto fin una vez más a una temporada de campaña presidencial en la que la calidad del debate sobre la política económica ha sido abismal. En el bando republicano, gacetilleros, maestros del efectismo y mucha gente que debería haber demostrado mayores conocimientos experimentaron de repente un interés extraordinario por algo llamado “Encuesta de los hogares sobre el empleo” como supuesto indicador, mes tras mes, de los cambios en el mercado laboral. Esa encuesta no fue concebida para eso, pero ofrecía el más favorable barniz para la espantosa ejecutoria del gobierno Bush en materia de empleo.