BRUSELAS – Hace tres años, Sri Lanka eligió presidente a Mahinda Rajapaksa, porque prometió pasar a la ofensiva contra los Tigres de la Liberación de Tamil Eelam, la guerrilla que lleva 25 años luchando con vistas a lograr una patria independiente para la minoría tamil del país. Muchas personas bienintencionadas consideraron belicista la promesa de Rajapaksa e, incluso cuando el ejército de Sri Lanka ha estado abriéndose paso hacia la victoria, lo instaron a negociar con la organización terrorista tal vez más fanática del mundo (los Tigres Tamiles fueron –conviene recordarlo– quienes inventaron prácticamente el culto moderno a quien se suicida al cometer un atentado con bomba.)
BRUSELAS – Hace tres años, Sri Lanka eligió presidente a Mahinda Rajapaksa, porque prometió pasar a la ofensiva contra los Tigres de la Liberación de Tamil Eelam, la guerrilla que lleva 25 años luchando con vistas a lograr una patria independiente para la minoría tamil del país. Muchas personas bienintencionadas consideraron belicista la promesa de Rajapaksa e, incluso cuando el ejército de Sri Lanka ha estado abriéndose paso hacia la victoria, lo instaron a negociar con la organización terrorista tal vez más fanática del mundo (los Tigres Tamiles fueron –conviene recordarlo– quienes inventaron prácticamente el culto moderno a quien se suicida al cometer un atentado con bomba.)