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Tomarse en serio el desarme

MELBOURNE – A veces se olvida que el muchacho que gritó “¡Que viene el lobo!” acabó comido por él. Cierto es que nadie ha muerto a consecuencia de un arma nuclear desde los ataques a Hiroshima y Nagasaki, hace 65 años este mes, y, como las tensiones de la Guerra Fría hace mucho que son cosa del pasado, a las autoridades y al público les resulta demasiado fácil resistirse a las Casandras, mostrarse complaciente con las amenazas que esas armas siguen representando y considerar bien intencionados, pero fútiles, los intentos de eliminarlas o contener su diseminación.

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