BERLÍN – A mediados de octubre, las Fuerzas Democráticas Sirias, una milicia predominantemente kurda con respaldo de Estados Unidos y vínculos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en Turquía, “liberaron” mi ciudad, Raqqa, de los combatientes de Estado Islámico (ISIS). Los árabes, mayoría en la región, tuvimos poco que ver con la expulsión de ISIS. En una ciudad cuya población local lleva mucho tiempo relegada a la condición de ciudadanos de segunda, el triunfo del Partido de la Unión Democrática (PYD, rama siria del PKK) generó temor a que la historia se esté repitiendo.
BERLÍN – A mediados de octubre, las Fuerzas Democráticas Sirias, una milicia predominantemente kurda con respaldo de Estados Unidos y vínculos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en Turquía, “liberaron” mi ciudad, Raqqa, de los combatientes de Estado Islámico (ISIS). Los árabes, mayoría en la región, tuvimos poco que ver con la expulsión de ISIS. En una ciudad cuya población local lleva mucho tiempo relegada a la condición de ciudadanos de segunda, el triunfo del Partido de la Unión Democrática (PYD, rama siria del PKK) generó temor a que la historia se esté repitiendo.