BERLÍN – Durante cuatro años, una guerra sangrienta arrasó a Siria. Lo que comenzó como un levantamiento democrático contra la dictadura de Bashar al-Assad se transformó en una maraña de conflictos que refleja, en parte, una lucha de poder brutal entre Irán, Turquía y Arabia Saudita por el dominio regional. Esta lucha, como lo demostró el combate en Yemen, podría desestabilizar a toda la región. Y ahora Rusia, mediante su intervención militar en nombre de Assad, está intentando mejorar su condición de potencia global en relación a Occidente (y Estados Unidos en particular).
BERLÍN – Durante cuatro años, una guerra sangrienta arrasó a Siria. Lo que comenzó como un levantamiento democrático contra la dictadura de Bashar al-Assad se transformó en una maraña de conflictos que refleja, en parte, una lucha de poder brutal entre Irán, Turquía y Arabia Saudita por el dominio regional. Esta lucha, como lo demostró el combate en Yemen, podría desestabilizar a toda la región. Y ahora Rusia, mediante su intervención militar en nombre de Assad, está intentando mejorar su condición de potencia global en relación a Occidente (y Estados Unidos en particular).