WASHINGTON, DC – Unos 54 años después de la toma del poder en Siria por Hafez al‑Asad, milicias rebeldes derrocaron la dinastía que su hijo Bashar dilapidó. La caída de Bashar al‑Asad fue posible en parte porque sus valedores en Irán y Rusia estaban absortos en sus propios problemas existenciales. Pero fueron las deficiencias de Asad las que aceleraron el colapso del régimen. Encerrado en una economía parasitaria y en un sistema político fosilizado incapaz de tolerar el disenso, Asad no tuvo fuerzas para reformar casi nada.
WASHINGTON, DC – Unos 54 años después de la toma del poder en Siria por Hafez al‑Asad, milicias rebeldes derrocaron la dinastía que su hijo Bashar dilapidó. La caída de Bashar al‑Asad fue posible en parte porque sus valedores en Irán y Rusia estaban absortos en sus propios problemas existenciales. Pero fueron las deficiencias de Asad las que aceleraron el colapso del régimen. Encerrado en una economía parasitaria y en un sistema político fosilizado incapaz de tolerar el disenso, Asad no tuvo fuerzas para reformar casi nada.