NEW HAVEN – La demanda de productos marinos se está yendo a las nubes, y seguirá aumentando a lo largo de este siglo. La única manera de satisfacerla será a través de la crianza de peces. No obstante, si bien la acuicultura de próxima generación será mucho más responsable con el medioambiente que sus predecesores, usará mucha más energía. Si esta no es limpia y barata, estas nuevas tecnologías no podrán contribuir al logro de los objetivos climáticos y ambientales más generales.
Hasta cierto punto, el aumento de la demanda de productos marinos es positivo. Los peces son más eficientes que el cerdo y la ternera, ya que requieren de menos insumos para desarrollar la misma cantidad de proteínas. Así, a medida que el consumo de carne sigue aumentando, tiene sentido que parte importante del mismo provenga del mar.
Por otra parte, la creciente demanda de productos marinos plantea importantes riesgos ecológicos. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, cerca de un tercio de las reservas pesqueras globales ya se están explotando a niveles insostenibles, lo que significa que las poblaciones en estado silvestre no pueden recuperarse para madurar a la velocidad con que se las pesca. Y debido a esto, se hace necesario pescar en mayores volúmenes.
Por esa razón, la acuicultura ya es la modalidad líder de producción de peces para el consumo humano. Sin embargo, y al igual que la pesca, plantea riesgos para la ecología. Puesto que los sistemas de acuicultura a menudo funcionan en líneas costeras o cerca de ríos o lagunas tierra adentro, tienden a perturbar hábitats naturales, contribuir a la polución de nitrógeno y añadir una presión indebida a las poblaciones de peces destinadas a la alimentación de otros. Por ejemplo, la piscicultura es uno de los principales factores de la desforestación de manglares en el Sudeste de Asia.
Aun con estos retos para la conservación, la acuicultura sigue siendo la única opción para satisfacer la demanda futura. Por consiguiente, el camino que adopte hoy la industria tendrá amplias implicancias ambientales en los años venideros.
En el corto plazo, las piscifactorías se pueden hacer más limpias. Unos cuantos productores responsables han introducido nuevas técnicas y tecnologías para combatir la polución, desde el monitoreo de la alimentación con cámaras de video a la integración de filtradores de alimentos como mariscos y algas a sus sistemas. Otros están buscando reducir su dependencia de los peces forrajeros, reemplazando la carne de pescado con proteínas vegetales, o adoptando nuevas biotecnologías para alimentar a los peces de manera más sostenible. Pero en tanto y cuanto estos sistemas de acuicultura se ubiquen en ambientes costeros o de agua dulce, seguirán causando la pérdida de hábitats y perturbaciones ecológicas.
En el largo plazo, los expertos ofrecen en general dos vías para avanzar: sistemas de recirculación basados en superficies terrestres y sistemas de acuicultura aguas afuera. Ambas podrían mitigar las externalidades negativas de la acuicultura y volver sostenible la producción pesquera hasta bien entrado el futuro.
En el primer enfoque, las piscifactorías se trasladarían desde el océano a sistemas de acuicultura recirculantes (RAS, por su sigla en inglés), en la que los peces habitan en estanques de interiores regulados con bombas, calefactores, aireadores y filtros. Una de las grandes ventajas de este enfoque es su adaptabilidad: los RAS se pueden ubicar casi en cualquier sitio, desde lotes urbanos hasta ex granjas porcinas.
Mejor todavía, estos sistemas están diseñados para reciclar casi toda el agua que utilizan, lo que elimina el problema de la contaminación costera. En consecuencia, la organización de defensoría Seafood Watch asigna a todos los peces criados en RAS una calificación de “Mejor opción”.
La otra opción es mover la acuicultura en la dirección opuesta: mar adentro, para aprovechar las fuerzas del océano, usando las aguas más profundas y las corrientes más intensas para quitar el exceso de nutrientes y eliminar los desperdicios fuera de los sensibles ecosistemas costeros. Como resultado, no precisan de bombas mecánicas ni filtros (aunque finalmente las jaulas motorizadas pueden llegar a los mares.)
En los Estados Unidos, la industria de la acuicultura ha comenzado a adoptar la producción basada en RAS. Por ejemplo, una firma noruega acaba de anunciar sus planes de construir una enorme planta de producción de salmones tierra adentro en el estado de Maine. Y en las costas de Noruega, California y Hawái se pueden encontrar ejemplos de proyectos aguas afuera, pero ambos sistemas siguen siendo un nicho más que la norma.
Uno de los principales problemas de los enfoques más ecológicos es que hacen un alto uso de energía. En los sistemas terrestres, los procesos naturales como el filtrado y el intercambio de aguas se deben llevar a cabo mecánicamente, para lo que se requiere mucha electricidad. No necesariamente es un problema en lugares como matrices eléctricas con bajas emisiones de carbono, pero sí en sitios como Nueva Escocia, que depende en gran medida del carbón.
De manera similar, las operaciones aguas adentro requieren combustible diésel para las tareas de transporte y mantenimiento, y así seguirá siendo hasta que las embarcaciones eléctricas o los combustibles líquidos con bajas emisiones de carbono se vuelvan más viables. Si bien la acuicultura en mar abierto todavía precisaría de menos combustible diésel que la pesca comercial, y podría utilizar fuentes de energía renovables como la solar, la eólica o las olas, seguiría usando más energía que las piscifactorías convencionales. E incluso si los sistemas de acuicultura más recientes pueden superar sus actuales retos operacionales y normativos, su mayor obstáculo será la poca disponibilidad de energía barata y con bajas emisiones de carbono. En tanto los combustibles fósiles representen la mayor parte del uso energético global, la promesa para el medio ambiente de una acuicultura de próxima generación seguirá sin realizarse.
Esto es cierto para una amplia gama de sectores de la industria. Sin acceso a una energía más barata y limpia, no podremos concretar nuestras metas climáticas y ambientales más amplias. A nuestras actuales tecnologías energéticas (entre las que se incluyen la energía nuclear y las renovables) todavía les falta mucho para satisfacer la demanda de energía. Mientras tanto, la industria de la acuicultura tendrá que hacer mayores inversiones y desarrollar más innovaciones para emprender el camino de la sostenibilidad, sean en tierra o en el mar.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
NEW HAVEN – La demanda de productos marinos se está yendo a las nubes, y seguirá aumentando a lo largo de este siglo. La única manera de satisfacerla será a través de la crianza de peces. No obstante, si bien la acuicultura de próxima generación será mucho más responsable con el medioambiente que sus predecesores, usará mucha más energía. Si esta no es limpia y barata, estas nuevas tecnologías no podrán contribuir al logro de los objetivos climáticos y ambientales más generales.
Hasta cierto punto, el aumento de la demanda de productos marinos es positivo. Los peces son más eficientes que el cerdo y la ternera, ya que requieren de menos insumos para desarrollar la misma cantidad de proteínas. Así, a medida que el consumo de carne sigue aumentando, tiene sentido que parte importante del mismo provenga del mar.
Por otra parte, la creciente demanda de productos marinos plantea importantes riesgos ecológicos. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, cerca de un tercio de las reservas pesqueras globales ya se están explotando a niveles insostenibles, lo que significa que las poblaciones en estado silvestre no pueden recuperarse para madurar a la velocidad con que se las pesca. Y debido a esto, se hace necesario pescar en mayores volúmenes.
Por esa razón, la acuicultura ya es la modalidad líder de producción de peces para el consumo humano. Sin embargo, y al igual que la pesca, plantea riesgos para la ecología. Puesto que los sistemas de acuicultura a menudo funcionan en líneas costeras o cerca de ríos o lagunas tierra adentro, tienden a perturbar hábitats naturales, contribuir a la polución de nitrógeno y añadir una presión indebida a las poblaciones de peces destinadas a la alimentación de otros. Por ejemplo, la piscicultura es uno de los principales factores de la desforestación de manglares en el Sudeste de Asia.
Aun con estos retos para la conservación, la acuicultura sigue siendo la única opción para satisfacer la demanda futura. Por consiguiente, el camino que adopte hoy la industria tendrá amplias implicancias ambientales en los años venideros.
En el corto plazo, las piscifactorías se pueden hacer más limpias. Unos cuantos productores responsables han introducido nuevas técnicas y tecnologías para combatir la polución, desde el monitoreo de la alimentación con cámaras de video a la integración de filtradores de alimentos como mariscos y algas a sus sistemas. Otros están buscando reducir su dependencia de los peces forrajeros, reemplazando la carne de pescado con proteínas vegetales, o adoptando nuevas biotecnologías para alimentar a los peces de manera más sostenible. Pero en tanto y cuanto estos sistemas de acuicultura se ubiquen en ambientes costeros o de agua dulce, seguirán causando la pérdida de hábitats y perturbaciones ecológicas.
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En el largo plazo, los expertos ofrecen en general dos vías para avanzar: sistemas de recirculación basados en superficies terrestres y sistemas de acuicultura aguas afuera. Ambas podrían mitigar las externalidades negativas de la acuicultura y volver sostenible la producción pesquera hasta bien entrado el futuro.
En el primer enfoque, las piscifactorías se trasladarían desde el océano a sistemas de acuicultura recirculantes (RAS, por su sigla en inglés), en la que los peces habitan en estanques de interiores regulados con bombas, calefactores, aireadores y filtros. Una de las grandes ventajas de este enfoque es su adaptabilidad: los RAS se pueden ubicar casi en cualquier sitio, desde lotes urbanos hasta ex granjas porcinas.
Mejor todavía, estos sistemas están diseñados para reciclar casi toda el agua que utilizan, lo que elimina el problema de la contaminación costera. En consecuencia, la organización de defensoría Seafood Watch asigna a todos los peces criados en RAS una calificación de “Mejor opción”.
La otra opción es mover la acuicultura en la dirección opuesta: mar adentro, para aprovechar las fuerzas del océano, usando las aguas más profundas y las corrientes más intensas para quitar el exceso de nutrientes y eliminar los desperdicios fuera de los sensibles ecosistemas costeros. Como resultado, no precisan de bombas mecánicas ni filtros (aunque finalmente las jaulas motorizadas pueden llegar a los mares.)
En los Estados Unidos, la industria de la acuicultura ha comenzado a adoptar la producción basada en RAS. Por ejemplo, una firma noruega acaba de anunciar sus planes de construir una enorme planta de producción de salmones tierra adentro en el estado de Maine. Y en las costas de Noruega, California y Hawái se pueden encontrar ejemplos de proyectos aguas afuera, pero ambos sistemas siguen siendo un nicho más que la norma.
Uno de los principales problemas de los enfoques más ecológicos es que hacen un alto uso de energía. En los sistemas terrestres, los procesos naturales como el filtrado y el intercambio de aguas se deben llevar a cabo mecánicamente, para lo que se requiere mucha electricidad. No necesariamente es un problema en lugares como matrices eléctricas con bajas emisiones de carbono, pero sí en sitios como Nueva Escocia, que depende en gran medida del carbón.
De manera similar, las operaciones aguas adentro requieren combustible diésel para las tareas de transporte y mantenimiento, y así seguirá siendo hasta que las embarcaciones eléctricas o los combustibles líquidos con bajas emisiones de carbono se vuelvan más viables. Si bien la acuicultura en mar abierto todavía precisaría de menos combustible diésel que la pesca comercial, y podría utilizar fuentes de energía renovables como la solar, la eólica o las olas, seguiría usando más energía que las piscifactorías convencionales. E incluso si los sistemas de acuicultura más recientes pueden superar sus actuales retos operacionales y normativos, su mayor obstáculo será la poca disponibilidad de energía barata y con bajas emisiones de carbono. En tanto los combustibles fósiles representen la mayor parte del uso energético global, la promesa para el medio ambiente de una acuicultura de próxima generación seguirá sin realizarse.
Esto es cierto para una amplia gama de sectores de la industria. Sin acceso a una energía más barata y limpia, no podremos concretar nuestras metas climáticas y ambientales más amplias. A nuestras actuales tecnologías energéticas (entre las que se incluyen la energía nuclear y las renovables) todavía les falta mucho para satisfacer la demanda de energía. Mientras tanto, la industria de la acuicultura tendrá que hacer mayores inversiones y desarrollar más innovaciones para emprender el camino de la sostenibilidad, sean en tierra o en el mar.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen