LONDRES – Mi primera visita a Sri Lanka fue en los ochenta, como ministro de desarrollo del Reino Unido; eran las primeras etapas de la despiadada guerra entre el movimiento guerrillero “Tigres de Liberación del Eelam Tamil” (TLET) y las fuerzas armadas de Sri Lanka. Este sangriento conflicto étnico entre la minoría tamil predominantemente hindú y la mayoría cingalesa predominantemente budista sorprendió a quienes antes consideraban que este hermoso país, con su inteligente población y su ubicación estratégica en el sur de Asia, era un modelo de democracia asiática. Y sin embargo fue aquí donde muchos oímos hablar por primera vez de atentados suicidas (ejecutados en ocasiones por niños).
LONDRES – Mi primera visita a Sri Lanka fue en los ochenta, como ministro de desarrollo del Reino Unido; eran las primeras etapas de la despiadada guerra entre el movimiento guerrillero “Tigres de Liberación del Eelam Tamil” (TLET) y las fuerzas armadas de Sri Lanka. Este sangriento conflicto étnico entre la minoría tamil predominantemente hindú y la mayoría cingalesa predominantemente budista sorprendió a quienes antes consideraban que este hermoso país, con su inteligente población y su ubicación estratégica en el sur de Asia, era un modelo de democracia asiática. Y sin embargo fue aquí donde muchos oímos hablar por primera vez de atentados suicidas (ejecutados en ocasiones por niños).