WASHINGTON, DC – En los últimos años, Rusia y China han destinado recursos considerables a ámbitos que por lo general se asocian con el “poder blando”, término acuñado por el cientista político estadounidense Joseph S. Nye y que se entiende como la “capacidad de afectar a los demás por la atracción y la persuasión”. Ya sea directamente o a través de suplentes complacientes, los dos países han gastado miles de millones de dólares a aumentar su influencia mediante los medios de comunicación, la cultura, centros de estudios, el mundo académico y otras esferas.
WASHINGTON, DC – En los últimos años, Rusia y China han destinado recursos considerables a ámbitos que por lo general se asocian con el “poder blando”, término acuñado por el cientista político estadounidense Joseph S. Nye y que se entiende como la “capacidad de afectar a los demás por la atracción y la persuasión”. Ya sea directamente o a través de suplentes complacientes, los dos países han gastado miles de millones de dólares a aumentar su influencia mediante los medios de comunicación, la cultura, centros de estudios, el mundo académico y otras esferas.