MADRID – Los recientes éxitos diplomáticos de Rusia en relación con Siria e Irán, sumados a los tropiezos en política exterior del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, pueden dar al presidente Vladímir Putin motivos para envalentonarse en su intento de posicionar a Rusia como un país capaz de desafiar el excepcionalismo estadounidense y el universalismo occidental. Pero el reciente discurso de Putin ante la Asamblea Federal de Rusia pareció más una muestra de su resentimiento por el estado marginal de Rusia en el contexto geopolítico internacional que el grito de batalla de un imperio en ascenso.
MADRID – Los recientes éxitos diplomáticos de Rusia en relación con Siria e Irán, sumados a los tropiezos en política exterior del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, pueden dar al presidente Vladímir Putin motivos para envalentonarse en su intento de posicionar a Rusia como un país capaz de desafiar el excepcionalismo estadounidense y el universalismo occidental. Pero el reciente discurso de Putin ante la Asamblea Federal de Rusia pareció más una muestra de su resentimiento por el estado marginal de Rusia en el contexto geopolítico internacional que el grito de batalla de un imperio en ascenso.