MADRID – Cuando la Guerra Fría terminó y sobrevino el colapso de la Unión Soviética, los vencedores estaban más que satisfechos, ya que estaban convencidos de que su triunfo había sido inevitable desde un principio. Muchos en Occidente suponían que la victoria del capitalismo liberal sobre el socialismo totalitario necesariamente traería aparejado el fin de las guerras y las revoluciones sanguinarias. Hoy, dos líderes poderosos -el presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente chino, Xi Jinping- están demostrando lo inverosímil de esa concepción.
MADRID – Cuando la Guerra Fría terminó y sobrevino el colapso de la Unión Soviética, los vencedores estaban más que satisfechos, ya que estaban convencidos de que su triunfo había sido inevitable desde un principio. Muchos en Occidente suponían que la victoria del capitalismo liberal sobre el socialismo totalitario necesariamente traería aparejado el fin de las guerras y las revoluciones sanguinarias. Hoy, dos líderes poderosos -el presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente chino, Xi Jinping- están demostrando lo inverosímil de esa concepción.