TEL AVIV – La desintegración del estado iraquí, espoleada por el rápido avance de los militantes del Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS), sorprendió a norteamericanos y europeos con la guardia baja, y ahora volvieron a su tendencia habitual a la autoflagelación. De hecho, un alto porcentaje de la responsabilidad por el tumulto en Irak -para no hablar de Siria- sin duda recae en el pernicioso legado colonial y las políticas erróneas de Occidente en el Medio Oriente árabe. Pero, en última instancia, la agitación en el mundo árabe refleja el difícil encuentro de una civilización antigua con los desafíos de la modernidad.
TEL AVIV – La desintegración del estado iraquí, espoleada por el rápido avance de los militantes del Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS), sorprendió a norteamericanos y europeos con la guardia baja, y ahora volvieron a su tendencia habitual a la autoflagelación. De hecho, un alto porcentaje de la responsabilidad por el tumulto en Irak -para no hablar de Siria- sin duda recae en el pernicioso legado colonial y las políticas erróneas de Occidente en el Medio Oriente árabe. Pero, en última instancia, la agitación en el mundo árabe refleja el difícil encuentro de una civilización antigua con los desafíos de la modernidad.