El 29 de junio, los países contribuyentes se reunirán para discutir acerca de la ayuda para la ex-Yugoslavia. Las pláticas serán difíciles, sobre todo el tema de la extradición de los acusados de crímenes de guerra al Tribunal Internacional de La Haya. No se debe permitir, sin embargo, que estas pláticas impidan una clara evaluación de lo que Serbia debe hacer para recuperarse económicamente.
Serbia es el último país ex-comunista que inicia la transición a una economía de mercado. Aunque es imposible compensar a la gente de Serbia por una década brutal y desperdiciada, hacer la reforma tarde tiene sus ventajas: los serbios pueden aprender de los errores de otros.
Joseph Schumpeter, el gran economista austriaco, describió la dinámica de la economía de mercado como una destrucción creativa: las innovaciones reemplazan a los viejos dispositivos; las nuevas compañías hacen que las viejas cierren. La transición postcomunista, asimismo, involucra una destrucción creativa: las nuevas instituciones, las nuevas formas de organizar las relaciones económicas, sociales y políticas deben reemplazar a las viejas y desacreditadas.
Pero la destrucción tiene sentido sólo si algo es creado para tomar su lugar. Destruir trabajos no es una virtud por sí misma, es una virtud sólo si se crean nuevos y mejores trabajos. Los trabajos de alta productividad, sin embargo, requieren de capacidad empresarial y de capital y, desde el inicio, a los países en transición les faltaron ambos, así como no tuvieron las instituciones para apoyarlos.
Toda sociedad posee empresarios potenciales, pero para energizarlos hacen falta bancos para fondear sus nuevos negocios. Los bancos reales –no los que prestan dinero a los gobiernos y financían empresas estatales deficitarias, sino bancos que fomentan las nuevas empresas con créditos y consultoría– estaban ausentes en demasiados países postcomunistas.
Además, el tipo de prestación disciplinado y práctico que los empresarios necesitan no puede darse si las tasas reales de interés son muy altas. En Estados Unidos y en Europa, las tasas reales de interés son con frecuencia consideradas un obstáculo para la actividad económica cuando son del 5% o menos, un nivel moderado. ¿Cómo puede surgir un verdadero espíritu empresarial si las tasas reales de interés son altísimas, que fue justo lo que paso en los países en transición?
Pero aparte de observar las tasas de interés y los bancos cuidadosamente, los serbios también deberían cuidarse del canto de la sirena de la privatización rápida. Se suponía que la privatización incrementaría la eficiencia y reduciría los precios. En muchos casos no logró ninguna de ambas cosas. La privatización tuvo poco impacto en el crecimiento en los países en donde no se exigió que las compañías privatizadas tuvieran una buena gobernabilidad corporativa. En los lugares en los que los monopolios fueron privatizados antes de que se establecieran políticas de competencia y de regulación, las firmas privatizadas explotaron enormemente a los consumidores.
En algunos países (digamos, la República Checa) en los que durante la privatización los bancos continuaron siendo manejados por el gobierno, la privatización ofreció nuevas maneras de desviar los fondos públicos a manos privadas. Como no había resguardos democráticos, la tentación fue irresistible.
Las eficiencias que vienen con la privatización por lo general aparecen antes de la privatización; ocurren tan pronto como se imponen estrictos controles presupuestarios (cuando las compañías tienen presupuestos fijos y no cuentan con dádivas del estado). El "socialismo bancario" checo no contaba con estrictos controles presupuestarios. Los bancos, semi-paraestatales, siguieron canalizando dinero a las compañías dirigidas por el gobierno. Incluso cuando el ambiente es favorable –con controles democráticos e instituciones funcionales– la privatización puede resultar mal, como sucedió con los ferrocarriles británicos o con la industria eléctrica de California.
También era necesario plantear una pregunta más fundamental: ¿qué individuos podían comprar las empresas privatizadas? ¿De dónde sacarían su capital? La respuesta, tristemente, resultó ser que la gente con amigos en el sistema bancario estatal aseguró los fondos para comprar compañías privatizadas a precios de descuento.
La privatización con bonos parecía ofrecer una forma alternativa de "capitalismo del pueblo". Pero esta privatización dispersó las acciones ampliamente y, para alcanzar el éxito, los mercados de valores con una extensa propiedad accionaria necesitan ofrecer una fuerte protección a los inversionistas. En la República Checa, que fue pionera con este método, los holdings que supuestamente debían proveer supervisión ayudaron, más bien, a que las personas con contactos extrajeran activos. Algunos pocos se volvieron ricos, todos los demás se sintieron engañados. Además, los mercados de capital no ayudaron a las empresas a restructurarse. Claro, sí se han dado privatizaciones exitosas: Hungría le vendió las compañías a inversionistas extranjeros, Polonia y Eslovenia realizaron una privatización gradual. Pero estos casos son raros.
La transición postcomunista nos enseñó tres cosas:
·Insistir en la velocidad, en una privatización rápida, es desastroso. Los países que en un inicio se quedaron atrás, como Hungría, Polonia y Eslovenia, son ahora los líderes.
·Los incentivos son importantes. Si se brindan los incentivos erróneos, ocurrirá un despojo de activos al estilo ruso y checo.
·La privatización funciona sólo si es parte de una estrategia de transición más extensa que enfatice la creación de empleos y cree las instituciones legales y de otros tipos que son necesarias para apuntalar una economía de mercado.
Algunos economistas pensaron inocentemente que, una vez que los activos fueran privatizados, los nuevos propietarios demandarían el "gobierno de la ley". Es evidente que no conocen la Historia. John D. Rockefeller no exigió la creación de las leyes fiduciarias de finales del siglo XIX; Bill Gates no está exigiendo una política que regule la competencia. Los oligarcas prefieren el capitalismo amiguista y la cleptocracia, que el gobierno de la ley. Históricamente, la clase media es la que ha demandado el gobierno de la ley, pero la transición postcomunista silenció a la clase media al hacerla más pobre.
A pesar de las penurias de la última década, la prognosis que ahora se desarrolla sigue siendo poco prometedora. A través de Europa del Este y de la antigua Unión Soviética hay una profunda falta de confianza en la economía de mercado, incluso en los procesos democráticos, tan afectados por la corrupción.
Si Serbia absorbe estas duras lecciones su transición será más suave que la de los países que buscaron la "terapia de choque". Debe buscar un papel balanceado entre el gobierno y el sector privado, así como equilibrar la eficiencia económica con el interés por la justicia social.