La paradoja de nuestro tiempo es el gran poder de los países más ricos del mundo para hacer el bien y, sin embargo, su aparente compulsión de perder cada oportunidad de actuar en ese sentido. EEUU es el ejemplo supremo de esto: un país que dedica $450 mil millones por año al gasto militar asigna sólo $12 mil millones al año a la ayuda para el desarrollo de países pobres. Puede bombardear Somalia, Afganistán e Irak, pero parece poco preparado para ayudar a que estos lugares se desarrollen. Europa lo hace un poco mejor, paralizada como está por las divisiones internas y los déficits presupuestarios. La cumbre del G-8, que se celebrará la semana próxima en Evian, Francia, es una oportunidad para intentar un buen comienzo.
La paradoja de nuestro tiempo es el gran poder de los países más ricos del mundo para hacer el bien y, sin embargo, su aparente compulsión de perder cada oportunidad de actuar en ese sentido. EEUU es el ejemplo supremo de esto: un país que dedica $450 mil millones por año al gasto militar asigna sólo $12 mil millones al año a la ayuda para el desarrollo de países pobres. Puede bombardear Somalia, Afganistán e Irak, pero parece poco preparado para ayudar a que estos lugares se desarrollen. Europa lo hace un poco mejor, paralizada como está por las divisiones internas y los déficits presupuestarios. La cumbre del G-8, que se celebrará la semana próxima en Evian, Francia, es una oportunidad para intentar un buen comienzo.