PALO ALTO – Las elecciones presidenciales de Irán el 19 de mayo fueron paradójicas y potencialmente fundamentales. Comenzaron como un asunto aburrido: una probable victoria para el titular, Hassan Rouhani, que se enfrentaba a un grupo heterogéneo de conservadores experimentados o principiantes. Además, desde 1981 una presidencia de dos mandatos ha sido la característica predeterminada en la República Islámica. Así, los primeros ataques contra Rouhani se vieron como esfuerzos del líder supremo Ali Jamenei, sus aliados clericales conservadores y los Guardias Revolucionarios para debilitarlo y contenerlo en su segundo mandato.
PALO ALTO – Las elecciones presidenciales de Irán el 19 de mayo fueron paradójicas y potencialmente fundamentales. Comenzaron como un asunto aburrido: una probable victoria para el titular, Hassan Rouhani, que se enfrentaba a un grupo heterogéneo de conservadores experimentados o principiantes. Además, desde 1981 una presidencia de dos mandatos ha sido la característica predeterminada en la República Islámica. Así, los primeros ataques contra Rouhani se vieron como esfuerzos del líder supremo Ali Jamenei, sus aliados clericales conservadores y los Guardias Revolucionarios para debilitarlo y contenerlo en su segundo mandato.